Opinión

Invertir la distribución del poder en los partidos

La crisis de representatividad y legitimidad que enfrenta el sistema de partidos políticos, en parte, esta cultivada por la forma en que se organizan los partidos y cómo está distribuido el poder en estas instituciones. El principal problema es que las organizaciones políticas son altamente centralizadas, excluyentes y poco institucionalizadas.

Los partidos se caracterizan por ser vehículos electorales. Los candidatos los utilizan para llegar al poder y luego el diputado o alcalde, por citar un ejemplo, en el ejercicio de su cargo evalúa si el “vehículo” es útil para buscar la reelección o tendrá que saltar a otro “barco partidario”. Esta dinámica claramente no institucionaliza a los partidos, que quedan en simples marcas partidarias, sin estructura y sentido de organización política.

Por otro lado, uno de los mayores problemas que tienen los partidos es que pocas personas son las que toman la mayor parte de las decisiones. Específicamente, el comité ejecutivo nacional, especialmente el secretario general, quien decide en donde se organiza el partido, en donde postula, y quien se postula como candidato. Estas decisiones son tomadas sin consultar a los afiliados del partido.

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Este actuar es permitido por la Ley Electoral y de Partidos Políticos –LEPP—. El esquema de organización partidario y la estructura del poder (quienes importan y deciden en la organización) centralizan el poder en la dirigencia nacional y excluye a los afiliados. En esas condiciones no tiene sentido ser parte de un partido político. Ya que el afiliado no puede incidir en la decisiones.

Los afiliados terminan siendo un número que deben cumplir los partidos para tener su organización vigente e inscrita en el Tribunal Supremo Electoral –TSE—. Un requisito nada más. Es una práctica usual que los partidos salgan en jornadas intensivas de afiliación en todo el país para afiliar a muchos ciudadanos en lugares en donde no cuentan con organización partidaria municipal, dejando a todos esos afiliados fuera de los espacios de decisión partidaria. Es decir, son afiliados sin voz y voto en las decisiones.

¿Qué sentido tiene afiliarse o participar en un partido político? De entrada, la respuesta es no tiene ningún sentido, si las condiciones y la distribución del poder no se invierte. Necesitamos transitar de un partido en donde pocos son los que toman las decisiones a una organización en donde muchos deciden. Invertir la distribución del poder interno.

En Guatemala se registren importantes niveles de participación local y comunitaria, comparada con otros países. Lo llamativo es que esa fuerza organizativa no se ve reflejada en las estructuras políticas. La explicación para ese fenómeno es simple. En las organizaciones locales las personas importan y están involucradas en las decisiones y en los partidos eso no sucede.

Es allí en donde tenemos que dar el salto para democratizar a los partidos políticos e invertir la estructura de poder para que el afiliado importe y esté involucrado en las decisiones partidarias. Hay que democratizar y ciudadanizar a los partidos. Eso es construir democracia. ¿Qué opina usted? @josecsagt

 

 

 

 

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