La discusión sobre la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos está, como dicen por ahí, tomando forma. En los últimos días se ha intensificado el trabajo en el Comisión de Asuntos Electorales –CAE— del Congreso de la República y en el Tribunal Supremo Electoral –TSE—. De igual manera, en muchos espacios desde la sociedad civil se han tomado como prioridad demandar una reforma electoral.
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En la CAE se continua aprobando el documento que desde hace varios meses está en discusión. Este texto, en alguna medida recoge aspectos que han sido solicitados desde la sociedad civil como es la creación de subdistritos electorales y modificar la forma de la lista de candidatos a diputados, para pasar de una lista cerrada y bloqueada a la posibilidad de abrir los listados para que las personas puedan votar directamente por el candidato de su predilección, y no por la lista presentada por el partido.
Estos dos aspectos, junto con la democratización interna de los partidos políticos y cambiar los requisitos para crear y organizar un partido político son los elementos que complementan las modificaciones a los distritos y las listas, y en los cuales coinciden la mayoría de los actores que demandan una reforma electoral.
Por otro lado, el TSE es desde la perspectiva de muchos actores, la institución con la suficiente legitimidad para elaborar, así como lo hizo en la crisis del 2015, una propuesta de reforma que articule las demandas y el sentir de muchos. Esto coloca al TSE en un papel clave dentro de la discusión de la reforma. Ahora el reto será, que el TSE logre armar una propuesta que tenga sentido político y no solo busque atender aspectos técnicos y logísticos del proceso electoral, sino que sea una propuesta orientada a atender el problema de representación y legitimidad del sistema político.
Por ello, debemos aprovechar las condiciones favorables que se están tejiendo en el contexto político e impulsar la reforma acotada e integral. Entre los diversos elementos, al menos yo veo dos muy potentes respaldar el avance de la reforma. Por un lado el alto nivel de consenso que existe entre diversos actores, y por otro lado, la ventana de oportunidad que está abierta, pero que se puede cerrar en cualquier momento.
Este consenso, además de los aspectos técnicos y formales de la propuesta, descansa en un sentir autentico y genuino que busca cambiar las “reglas de juego” para mejorar la forma en que elegimos a nuestras autoridades, promover la participación política y competencia electoral, así como impulsar acciones para democratizar a los partidos políticos.
Está claro que la solución al problema de representación y legitimidad que enfrenta el sistema político inicia con la reforma, que es una condición necesaria pero no suficiente, ya que los cambios se darán al momento en que, en las nuevas condiciones, otros actores políticos puedan participar y cambiar la formas clientelares y corruptas en las que se basa la política en la actualidad.
El problema es político y se debe solucionar en lo político. Y descansa además de las reformas legales en procesos que permitan una participación política democrática desde lo local, que rompa con el centralismo y la exclusión de las organizaciones partidarias. ¿Qué opina usted? @josecsagt