Es un detalle marginal, pero revelador. Lo mencionó el comisionado Iván Velásquez durante la primera de las conferencias de prensa convocadas la semana pasada por el Ministerio Público y la CICIG. Dos “guardianes” de una de las casas allanadas de Manuel Baldizón tenían orden de captura por otro caso. Y el seguimiento relata que los sujetos detenidos ocuparon plazas fantasma en el Registro de la Propiedad. Es decir, juntando ambos expedientes, son el reflejo de una interminable red criminal que saquea al Estado, ya sea con sobornos de millones de dólares, o bien con “migajas” de Q277 mil. Resulta obvio el porqué de la virulenta resistencia a que las investigaciones continúen. Mientras más se escarbe, más podredumbre se hallará. Y quienes se saben culpables, temen. Sienten “pasos de animal grande”. Se ven tras la reja, pese a que jamás se imaginaron que tal cosa llegara a suceder. No es raro, por ello, que muchos se acerquen a los fiscales con la intención de colaborar. Aunque también abunden los que prefieran dar guerra financiando desprestigio selectivo, a la espera de que alguna de sus sucias campañas cale en la población, o que las fuerzas del mal recuperen terreno suficiente como para “arreglar” las cosas al estilo de “antes”.
La amenaza contra los medios independientes es una afrenta para toda la sociedad. Una amenaza irresponsable y peligrosa. No porque el gremio de la prensa sea perfecto, sino por lo que significa en la salud de la democracia. De hecho, la intimidación colinda con la apología del delito. Paralelamente, es muy grave que un presidente de la República avale con su actitud semejantes acciones. Un presidente que, además, arrastra el señalamiento popular y la indignación casi generalizada por los onerosos gastos de su secretaría de seguridad que, según una nota de prensa, incurre en el dispendio de derrochar Q29 mil diarios en comida. Ese dato, exagerado e insultante para un país como el nuestro, seguirá vigente hasta que la SAAS lo aclare o lo justifique. Si es que puede hacerlo. La noticia le ha dado la vuelta al mundo, no por difamaciones de los medios locales, sino por lo escandaloso de las cifras descubiertas. Cifras que, inevitablemente, llaman la atención de los periodistas de aquí y de allá. Lo cual no le hace nada bien a nuestra imagen.
Preocupa, asimismo, el repentino cambio en Gobernación. La forma en que se ejecutó la aceptación de renuncia del hoy exministro no fue la más afortunada. Es temprano aún para juzgar al nuevo titular del Interior, y será con sus acciones como muestre si trae consigo una agenda oscura, o no. Por ahora, tiene derecho al beneficio de la duda. No es un secreto que a Francisco Rivas lo sostenían ahí el respaldo y las presiones de la embajada de los Estados Unidos, no la confianza ni la simpatía del mandatario. A la hora en que se escribe esta columna, aún no hay un pronunciamiento de parte de la fiscal general en cuanto al tema del cambio de ministro. Pero insisto: serán los hechos los que hablen en tal sentido. No es justo condenarlo a priori.
Enero ha estado de infarto en materia noticiosa. La semana pasada fue un subibaja a ritmo de borrasca. La trágica y lamentable muerte del expresidente de las dos máximas cortes de Guatemala José Arturo Sierra debe ser esclarecido lo más pronto posible, no solo para evitar la impunidad, sino para quitar del imaginario que se trata de un crimen para infundir miedo. De cualquier modo, ese terrible hecho de sangre nos recuerda lo aterrador de nuestra situación. Si fue un ataque premeditado, y ello se comprueba, será la hora de persignarnos porque los demonios estarían oficialmente desatados. Si fue un asalto de los miles que ocurren en las calles de la ciudad, igual sería una señal inequívoca de otros demonios, hijos de aquellos que fundaron su poder en la más atroz de las barbaries.
El ambiente de hostilidades declaradas sugiere escenarios de “todo o nada”. Y eso conlleva riesgos altísimos. No me canso por eso de seguir llamando a la calma. A la reflexión. A no caer en las tentaciones de lo retorcido. Es cierto: la lucha contra la corrupción es innegociable. De su victoria dependen las futuras generaciones. Pero este momento exige la sabiduría de la serenidad y la serenidad de la sabiduría. Porque a este tipo de laberintos se le conoce el origen, mas no hasta dónde puede alcanzar con su ponzoña. El tuit del titular de la CICIG es categórico en algo que es preciso aceptar para así ser capaces de superarlo. Aquí la corrupción no es coyuntural, sino estructural y sistémica. El “hallazgo” en la casa de Baldizón de dos sujetos que tenían orden de captura por otro caso, ajeno al del dueño del inmueble, es el nítido y a la vez fétido reflejo de eso.