Opinión

Maquinaria perversa

La vi en “Netflix” la semana pasada. Es la serie titulada “El mecanismo”, la cual narra, en siete capítulos, los hechos alrededor de la investigación del caso “Lava Jato”, ese que estremeció a Brasil con la captura de los contratistas más importantes y poderosos de ese país. La historia, que se toma licencias propias de la ficción, es ampliamente conocida. Y también muy similar a la vivida en Guatemala. Un grupo empresarial que se comporta como cártel y que se vale del financiamiento electoral para mantener sus privilegios. Negocios de millones que, sin piedad, desangran las finanzas públicas. La de nunca acabar. Los personajes clave son un policía bipolar que jamás se rinde, una investigadora testaruda e idealista –pupila del primero-, dos fiscales marcados por el coraje y un valiente juez que se atreve a asumir su papel, pese a los enormes riesgos. Asimismo, son de vital incidencia en el relato, dos eslabones de la cadena delictiva: un lavador de dinero y un directivo de Petrobrás que, a medida que la acción avanza, deciden acogerse a la figura del “colaborador eficaz”, no solo para librarse de condenas mayores, sino para salvar a su familia de inminentes penas de cárcel. La trama muestra con claridad que cuando el sistema está contaminado por el cáncer de la corrupción, solo con gente comprometida y temeraria es posible lograr resultados en materia de justicia. Tal y como ocurrió aquí a partir de 2015. “El mecanismo” expone también la vulnerabilidad y las presiones que sufren quienes ejercen la persecución penal en sociedades cooptadas por poderes paralelos. Del caso “Lava Jato” sale el de “Odebrecht”. Y los sobornos de esa compañía constructora, como se sabe, salpican a funcionarios guatemaltecos por unos US$18 millones, igual que a otros de 12 países más. No tanto por su exactitud cuanto por la manera como este trabajo fílmico revela los entretelones de procesos que involucran maniobras corruptas, me permito recomendarla. Quienes la vean con atención encontrarán a varios personajes que encajan en nuestra realidad. Lo cual no es sorpresa. Sano sería que en Guatemala pudiéramos producir una serie de televisión que contara el dramático y esperanzador episodio que nos ha tocado presenciar durante los últimos años. En “El mecanismo” se hace evidente cómo los datos proporcionados por los “colaboradores” se van corroborando poco a poco con el cruce de información extraída de documentos encontrados luego de allanamientos en oficinas y casas de los implicados. Me refiero a lo tantas veces visto en los “jueves de CICIG y MP”. O a los múltiples cómplices que la corrupción va creando en su estructura. Cómplices que después se vuelven parte de un coro que descalifica las investigaciones y que presiona a los funcionarios que van tras los delincuentes, con el fin de desmoralizarlos mediante ataques a su trayectoria personal, o de frenarlos a la mala con artimañas de las más ruines.

El director de la serie, José Padilha, deja muy claro desde el capítulo inicial que el saqueo de las arcas del Estado no tiene ideología. Tanto la derecha como la izquierda roban. Por ello, ha sido señalado por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva de desprestigiar al Partido de los Trabajadores, al atribuirle citas no dichas por él, especialmente la de “hay que detener esta sangría”, la cual, según reportes de prensa, no es de Lula sino del senador conservador Romero Jucá, quien se expresó así al ver que la mayoría de sus compañeros eran capturados. La frase, por cierto, fue sacada directamente de las grabaciones policiales. En este sentido, la polémica está servida. Pero más allá de eso, resulta interesante y aleccionador ver en un thriller policiaco lo que la cadena de justicia puede alcanzar cuando se gana la independencia.

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Claro, no todo es perfecto. A veces, las autoridades se ven obligadas a jugársela y, en ese proceso, los peligros de cometer atropellos o injusticias acechan. 

Considero muy importante que, contando los diversos lados de la historia, se produzca pronto una serie que, sin sesgos baratos ni panfletarios, aproveche la riqueza dramática que el país ha experimentado desde que estalló el caso “La Línea” en abril de 2015. Los personajes están ahí. No digamos la trama. Es hasta fácil imaginarse el guion. Con nuestro trópico de cataclismos cotidianos, la literatura dispone de materia prima en abundancia.

Única y magnífica. Recuerdo cuando mi hermana y mi cuñado hablaban de una catedrática excepcional que en la universidad les contagiaba el amor por las letras. Se referían a Margarita Carrera. Su poesía bendijo, de modo absolutamente personal, las letanías malditas. Vivió siempre a sangre y alba. Freud y Nietzsche celebran su llegada. Hará falta por aquí.

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