Opinión

Los nuevos ciudadanos

Muchos lo sugirieron por Twitter: Para escuchar la declaración en anticipo de prueba de Juan Carlos Monzón había que sentarse como en el cine. Con poporopos y todo. Prestando completa atención. Absortos y siguiendo el hilo de la trama. Oírlo ha sido asistir a la tragedia de nuestra historia. A una de tantas. A la más reciente, aparte de la que vivimos. Lo que cuenta el colaborador eficaz es indignante. Y emocionante. Y degradante. Y abundante. Y desafiante. Y escalofriante. La rima siniestra del hampa. Curioso es que casi ninguno de los aludidos quiera darle la cara en la audiencia. Su relato describe una codicia desquiciada; lo voraz en su versión más cínica. La facilidad de palabra de Monzón dibuja los turbadores excesos de la administración patriota. Y me permito recordar un detalle, por si a alguien se le olvidó: Los beneficios procesales solo puede obtenerlos el testigo si lo que dice está documentado y además puede demostrarse en un juicio. Más allá de eso, resulta útil y aleccionador su testimonio. Sirve, entre otras cosas, para crear conciencia. Aquella que tal vez tuvimos algún día acerca del dinero mal habido. Del dinero sucio. Del dinero escabroso.

Me hablan de una encuesta en la que la corrupción ocupa el puesto cinco entre las mayores preocupaciones de la gente. Por debajo del desempleo, la inseguridad y la falta de oportunidades. Es lógico. Pero a medida que los procesos avanzan y que nuevos casos son sacados a luz, sube el entendimiento de que el saqueo del erario nacional y los negocios fraudulentos se relacionan con el resto de las angustias colectivas. Mantener los servicios públicos “en la calle de la amargura” mata guatemaltecos a diario. Eso lo sabemos. Y nuestra paciencia ha sido excesiva para permitir tanto desmán. Esta semana, dicha paciencia será puesta a prueba. Ha trascendido que esa mafia conocida como el “pacto de corruptos” intentará pasar en el Congreso unas reformas al delito de Financiamiento Electoral Ilícito que enfurecerán a las mayorías que siguen el acontecer de las noticias. Habrá descaro de por medio. E insulto a la inteligencia. Se prevé un choque de trenes como consecuencia de ello. Y el país se la estará jugando en los próximos días, aunque a ratos parezca que la calma tensa predomine. No hay tal calma. Solo existe tensión. El lunes que viene conoceremos la lista de seis de donde el presidente escogerá al nuevo fiscal general. Da terror solo de pensar que resultemos perdedores en ese crucial episodio. Quienes procuran impunidad no han descansado un segundo en los últimos ocho meses por sacudirse del mapa y del panorama a quienes han descubierto, con pruebas, sus fechorías criminales. Y darán batalla hasta donde la maldad les alcance. Los aliados perversos están definidos. No hay careta posible. Intentar esconder o disimular sus aviesas intenciones con nacionalismos baratos o caducas banderas ideológicas no les funciona ya. Es obvio: No defienden la soberanía ni la dignidad de Guatemala; defienden sus dogmas y sus atrocidades. Defienden sus aberraciones y su barbarie. Y también a quienes los patrocinan. Defienden el oscuro pasado en detrimento de un promisorio futuro. Hoy, más que nunca, precisamos dar prioridad a lo urgente sobre lo importante. Del inmediato plazo depende el porvenir. Es muy mala señal que las fuerzas oscuras anden por ahí tan sigilosas y calladitas. Serán días de adrenalina a la mil. Deseo de todo corazón que el país no pierda su gran oportunidad de encajar de lleno en el siglo XXI, con el decoro de un pueblo que se respeta y que se hace respetar. Es hora de sumar con humildad y tolerancia. Hora de enfocarnos. Hora de superar la cómoda ciudadanía de las redes sociales, y de sustituirla por acciones concretas y visionarias. No podemos permitirnos más relatos de horror como el que nos ha contado Juan Carlos Monzón durante los últimos días. Oírlo ha sido asistir a la tragedia de nuestra historia. A una de tantas. A la más reciente, aparte de la que vivimos. Es impostergable derrotar a los radicales obsoletos. A los trogloditas sin corazón. A los hipócritas guardianes de la inmoralidad que se burlan del prójimo dándose  baños de pureza. Es el momento de los moderados comprometidos. El momento de los que comparten valores, aunque tengan gustos diferentes. Es el momento de los nuevos ciudadanos.

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