No es fácil responder la pregunta. Algunos parecen tener claro hacia donde debería ir el país. Otros no están muy seguros, pero tampoco están conformes con lo que vivimos. No obstante, el sentimiento de cambio es alimentado por la esperanza de una Guatemala más democrática, próspera y solidaria. Sin lugar a dudas, otros están pensando en un país con otras características.
La discusión es sana y tiene que darse desde las diferentes posiciones políticas e ideológicas. No le tengamos miedo al diálogo. Necesitamos sentarnos a conversar en un diálogo abierto y constructivo. Guatemala está viviendo una etapa histórica que puede determinar el rumbo político de los próximos 20 o 30 años. No podemos desaprovechar esa oportunidad.
En el ambiente se perciben aires frescos y renovadores de cambio. Sin embargo, para que estos aires dominen el espectro político y se concreten no bastan los sueños ni las buenas intenciones, sino que, en gran medida, se necesita que logremos acuerdos, definamos una ruta de país y se promueva la participación política.
Por ello, es necesaria una renovación de liderazgos en las élites políticas, económicas y sociales del país. Una nueva generación debe asumir los viejos y nuevos retos y desafíos que enfrentamos. La renovación debe construir un puente que nos lleve de un ejercicio clientelar y patrimonialista de la política, que se aceita con la corrupción, a una práctica política apegada a valores, principios, procesos, instituciones y programas políticos.
Por ello, la transformación de las organizaciones partidarias pasa por cambiar muchas de las prácticas nefastas que las han debilitado. Evitar, por ejemplo, que la participación en un partido como dirigente partidario o candidato a un puesto de elección pública (alcalde, diputado, presidente) esté condicionada a los aportes a la campaña política o a los vínculos personales o familiares que se tengan con los integrantes de la estructura partidaria.
Los partidos tienen una deuda con el país, porque si bien han sido una parte importante del problema, ahora pueden cambiar y pasar a ser parte de la solución mostrando una plena voluntad para impulsar cambios en los partidos, un genuino proceso de transformación partidaria. Esto se puede hacer con una reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) o con decisiones internas. Las dos opciones tienen poca viabilidad. La primera porque los diputados no quieren y la segunda porque los dirigentes partidarios no están dispuestos a cambiar.
Por ejemplo, están dando un muy mal mensaje los diputados al querer modificar el artículo 205 de la LEPP que impediría que muchos de los actuales diputados no puedan buscar su reelección, y quieren hacer el cambio para asegurarse esa posibilidad. Lo que están demostrando es que no les importa construir partidos, sino que están interesados en tener vehículos electorales para competir y llegar al poder. Esa ha sido la triste historia de las organizaciones políticas.
Por ello, urge la renovación de los liderazgos en las diferentes esferas de la sociedad y la construcción de partidos. Ambas son dos condiciones necesarias para promover un diálogo de país. Uno que permita construir dibujar esa Guatemala que soñamos. No se trata de imponer, sino de construir. Se trata de participar, organizar, soñar, planificar y ejecutar.
¿Quiénes están dispuestos? @josecsagt