El barco está a la deriva. No hay rumbo ni dirección. Esas han sido las principales características del gobierno del presidente Jimmy Morales. No hay que escarbar mucho para toparse con lo que estoy describiendo. No tiene que analizar ni evaluar a profundidad la gestión de Morales.
Esta sensación se ha agudizado en los últimos días, en donde el gobierno ha tomado decisiones que han sido fuertemente criticadas. El problema no es la crítica porque los ciudadanos y los actores políticos, en un régimen democrático, tenemos el derecho de cuestionar y criticar las acciones públicas.
El problema radica en que el gobierno no ha diseñado ni ejecutado una estrategia de comunicación política efectiva. Las acciones en materia de comunicación, cuando hay acciones, terminan siendo desafortunadas, contraproducentes y reflejan la falta de objetivos y claridad. Esto lo que genera es un constante desgaste del Ejecutivo frente a la opinión pública.
No comunica, por las vías que considera pertinentes, los criterios que pesaron en las decisiones que tomaron. El gobierno tiene que explicar por qué está tomando las decisiones que está tomando. Al contrario, tratan de ocultar o en el mejor de los casos brindan información parcial. Ese actuar erosiona y debilita la imagen del Ejecutivo, frente a actores que demandan publicidad y transparencia en el actuar público.
Incluso, el mismo presidente ha defendido causas que, en el contexto político, son indefendibles, y que en un marco de lucha contra la corrupción y promoción de la transparencia y la publicidad de los actos públicos, termina siendo fuertemente cuestionado. Es simple: Hay que leer e interpretar las señales políticas que dominan en estos tiempos.
Vea usted los cuestionamientos que se han hecho al presidente por defender al ministro de Ambiente, luego de las desastrosas declaraciones que el mismo titular de esa cartera ha dado a diversos medios de comunicación. Al principio negó su viaje en helicóptero, luego presentó otra versión de los hechos, que luego cambió y detalló en el Congreso de la República bajo juramento, y no digamos las explicaciones que dio al ser cuestionado por contratar a personas allegadas a él.
Por otro lado, también está la negativa irracional de Cancillería a no revelar quién pagó el viaje a la delegación que presenció el traslado de la embajada de Guatemala a Jerusalén. Ya de por sí, la decisión fue cuestionada por las implicaciones que tendrá en materia de política exterior para el país, que se había caracterizado por una posición de neutralidad activa en este aspecto. La numerosa y, hasta ahora, no justificada delegación guatemalteca dio materia para que el presidente fuera cuestionado. ¿Cuántas personas viajaron? ¿Por qué tenían que viajar? ¿Qué función tenían en los actos públicos? Disculpen, pero era un viaje oficial y no unas vacaciones familiares ni personales. Y eso es razón suficiente para que el Ejecutivo rinda cuentas sobre los gastos de ese viaje.
No podemos olvidar que en estos días el presidente Morales exoneró a la empresa Elite, S. A. de una deuda de casi Q7.5 millones con la SAT. Sin duda, al gobierno le sobran recursos para cubrir las demandas y necesidades que por eso el presidente “condona deudas” a “amigos”. ¿Qué se habría podido hacer con ese dinero? Vaya al hospital o escuela más cercana de su casa y encontrará una rápida respuesta. Y en este caso, como en los anteriores, el gobierno no dijo nada. ¿Por qué tomó esa decisión? No hay respuestas. El silencio y la desinformación prevalecen. Lamentable.
Necesitamos un Ejecutivo transparente que comunique abiertamente las razones que pesan en las decisiones que están tomando y que rinda cuentas sobre lo que hace y por qué lo hace. Que ponga sobre la mesa las cartas. Exigimos transparencia y publicidad. ¿Qué opina usted?