Las banderas, los actos cívicos, los desfiles, las antorchas y la entonación del himno nacional serán las formas más comunes en las que en todos los pueblos y parques del país se celebrará este fin de semana un aniversario más de nuestra independencia.
Este 15 de septiembre entra en un contexto político en el que las reflexiones más allá de recordar las gestas independentistas en la región latinoamericana y el papel que jugaron los próceres para romper el vínculo colonialista con la Corona española nos debe servir para reflexionar sobre el futuro del país, especialmente la consolidación democrática.
No estoy haciendo referencia a la discusión bizantina sobre la soberanía, la libertad y la independencia, ya que estos conceptos en la realidad y en la ciencia política han evolucionado, así como lo ha hecho el mundo. Muchos parecen atrapados en el tiempo y aún están interpretando estas categorías con autores y libros de antaño.
No obstante, la discusión central está en que el problema político que enfrentamos se debe resolver por vías democráticas, legítimas e institucionales. En el pasado deben quedar las acciones intimidatorias y autoritarias que tanta sangre y dolor dejaron en la sociedad. Aprendamos de nuestro pasado y de las tristes y lamentables circunstancias en las que están viviendo los hermanos nicaragüenses y los venezolanos, por citar los ejemplos más cercanos.
Luego del retorno a la democracia, hace más de 30 años, el sistema político no había estado más amenazado por acciones autoritarias y regresivas como las que hemos visto en los últimos días. Conferencias de prensa en las que el telón de fondo es una agresiva presencia militar respaldando una ilegítima decisión presidencial, directrices que buscan reprimir la libertad de expresión y manifestación en los desfiles escolares, o el sobredimensionado contingente de elementos castrenses protegiendo un acto público que conmemora la Independencia. Vaya ironía, las autoridades que se presentan como legítimas y representativas protegiéndose, con la fuerza pública, de una ciudadanía que exige cambios y que está pidiendo que continúe la lucha contra la corrupción e impunidad en el país.
No se vale que en aras de defender un sistema de privilegios, corrupción e impunidad estén utilizando elementos y símbolos religiosos, apelando a los discursos patriótico, éticos y moralistas que no encajan con el actuar de los funcionarios públicos. Ver la manera en que despilfarran, malversan y se apropian de los recursos públicos en un contexto de servicios públicos deficientes, de pobreza y subdesarrollo, lastima y enoja. La corrupción y la impunidad están carcomiendo como un cáncer a la sociedad.
Por ello, en estos días y fiestas independentistas valdría la pena pensar y reflexionar en la manera en que la democracia en el país se puede independizar, ya no de los españoles o extranjeros, sino de las estructuras clientelares y corruptas que tienen cooptado al gobierno y que han saqueado el erario público a costa de la pobreza y el subdesarrollo.
Que el himno y las banderas sean para rechazar a esta clase política de corruptos que limitan el desarrollo del país. Una gesta ciudadana que recupere los espacios públicos y devuelva un ejercicio de la política apegada a valores, principios, programas y proyectos políticos; no esta política de negocios, transas y corrupción que nos tiene en el subdesarrollo. ¿Qué opina usted? ¿De quién nos debemos independizar?