El clima político está intenso en el país. Los actores políticos están tomando decisiones en medio de un turbulento clima. Este aspecto puede ser contraproducente para el sistema democrático. El regreso al oscuro pasado de represión y autoritarismo apareció y está amenazante.
Más allá de identificar al más fuerte, al que se imponga, al que gane, en el país debe prevalecer el Estado de derecho, la institucionalidad, la democracia y el respeto a los derechos humanos. Ese marco es el que permitirá que la sociedad resuelva sus diferencias y controversias en armonía, concordia y paz.
En el tablero de ajedrez se han estado moviendo las piezas. Indudablemente los actores buscan ganar la partida y vencer. Los movimientos deben ser estratégicos y cuidados. Lamentablemente, la crisis escaló a un nivel de irracionalidad e incomprensión que nos llevó a un extremo muy peligroso, en donde además de perder la jugada, se pone en riesgo la institucionalidad y la democracia.
Es muy difícil, en un contexto tan álgido y convulso, llamar a la mesura y tener una perspectiva de los efectos e impactos que pueden tener las decisiones que se están tomando. Es necesario que los actores, especialmente el gobierno, incorporen en sus escenarios variables que permitan reencauzar la crisis. Estamos esperando que reaccione apegado a derecho, en pleno respeto a los derechos humanos y salvaguardando la democracia.
Luego de que los magistrados de la Corte de Constitucionalidad (CC) aclararon el fallo y ordenaron a las autoridades guatemaltecas que deben permitir el ingreso del titular de la CICIG, Iván Velásquez, al territorio nacional; y del anuncio que brindó el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, confirmando a Iván Velásquez como jefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y proponiendo que, tras consultar con las autoridades nacionales, se incorpore un comisionado adjunto o comisionada adjunta que pueda continuar las labores en el país, la pelota está en la cancha del gobierno.
Es una oportunidad que puede aprovechar para tratar de reencauzar la crisis por la vía democrática e institucional y evitar que la misma se agudice. Para ello, el gobierno debe abandonar el lenguaje, las acciones confrontativas y amenazantes que están generando inestabilidad, incertidumbre y zozobra política. El gobierno debe repensar la manera en que está reaccionando.
El Ejecutivo, con sus acciones, en lugar se sumar aliados, está perdiendo apoyo, credibilidad y acelerando un proceso de desgaste que está minando por completo su legitimidad y representatividad. El peor escenario para el gobierno es que se quede, para el ejercicio de su gestión, con una autoridad sin legitimidad y respaldo, porque en esas condiciones no prevalecen el consenso y la negociación, sino la fuerza e imposición.
El Ejecutivo debe actuar como representante de la unidad nacional, velar por los intereses de toda la población, respetar los derechos humanos, la institucionalidad y el sistema democrático, buscando que el bien común prevalezca en las decisiones, como fin último del Estado. Que la sensatez, mesura y razón imperen en la reacción del gobierno. ¿Qué opina usted?