Estamos a pocos días de terminar otro año. Nos preparamos para las fiestas. La participación en convivios y posadas, la compra de regalos, el diseño de los menús y la planificación de eventos nos hacen más humanos –juntar a los amigos, compartir con los compañeros de trabajo, hacer algo por los más necesitados y reunir a los familiares–. También hay espacios para conversar del futuro.
Este 2018 no ha sido fácil para la mayoría de los guatemaltecos. Estamos llenos de incertidumbre y poca ilusión. A pesar de que el año entrante tendremos elecciones, hay mucha apatía en la mayoría de la población. Preocupa que muchos jóvenes no estén interesados en participar y estén desprendidos de su país. Que apenas dos de cada ocho de los guatemaltecos entre 18 y 35 años estén empadronados es desafiante y requiere un esfuerzo peculiar de motivación y acción. Apenas nos quedan tres meses para mejorar esta cifra.
Por otro lado, debido a que no se clarifican del todo las reglas de la próxima contienda electoral, muchas personas capaces y honradas no desean participar. Con bastante efusión se conformaron varios grupos que discutieron por días y meses reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos; sin embargo, previamente, no se contempló un análisis profundo de la Constitución de la República ni una simulación de los cambios al sistema. Adicionalmente, se perdió la integralidad del proceso y la logística que conlleva. Por último, pareciera que la reforma terminó favoreciendo a los candidatos antiguos, a quienes se les conoce y han tenido un protagonismo en el pasado. Encima a una agrupación nueva se le está bloqueando.
Hasta el momento los partidos que han celebrado sus asambleas y escogido sus binomios y listados de diputados representan la vieja política. Aún no contamos con candidatos frescos e innovadores que motiven a la población a involucrarse y poner su grano de arena para el cambio.
Esta tensión que existe entre el gobierno de Guatemala y la CICIG es desgastante. La lucha contra la corrupción se convirtió exclusivamente en la persecución penal de pocos, en señalamientos que todos los políticos son corruptos y en ubicar a las personas entre los buenos y los malos. Este ambiente hostil y de conflicto no suma. Aún no hemos sido capaces de identificar y ponernos de acuerdo cuáles son los cambios trascendentales para realmente prevenir la corrupción y contar con una gestión eficiente para lograr servicios públicos de calidad para los ciudadanos.
Recientemente estaba conversando con unos jóvenes universitarios sobre el futuro del país. “Necesitamos una nueva narrativa”, me comentaba un líder de ellos. “Todo es negativo, obscuro y aburrido”. Inicialmente costó que se interesaran en saber qué estaba pasando en el país. Luego de varias horas pude notar que como personas también tienen varios retos. Están conectados más en lo virtual y global que con lo real y local. Se preocupan más por la selfi que subirán a las redes que disfrutar del momento y compartir. Tienen tanta información que se aturden y se van por lo que dice el que influye. Hay poco criterio y carácter, y no participan como ciudadanos.
La mayoría tiene miedo de trabajar. Muchos van a optar por estudiar directamente su maestría sin ganar experiencia. Son intelectualmente más libres, pero les falta pasión e ideas por las cuales luchar. Falta organización y puntos de encuentro. Les preocupa el ambiente, el calentamiento global y la situación de los animales de la calle. Sin embargo, desconocen que la mitad de los niños guatemaltecos sufren de desnutrición crónica, que hay un millón de jóvenes fuera de la escuela y que apenas se generan tan solo 20 mil trabajos al año. Varios dedican su tiempo libre a ver series de televisión y a veces se confunde la realidad con lo que han visto en las mismas.
Pero siempre hay líderes y gente entusiasta que desea atreverse e involucrarse. Considero importante dedicar tiempo a la juventud guatemalteca. Esta crisis de futuro afectará más de lo que pensamos a Guatemala. Contar con una nueva narrativa es importante, pero necesitamos un sueño como país, involucrarnos y trabajar juntos sin descansar hasta lograrlo. Energía, alegría y sabiduría serán necesarias para la transformación del país. ¿Te atreves a ser parte del cambio? ¿Qué harás voluntariamente por Guatemala el año entrante? ¿Cómo motivamos a los jóvenes a convertirse en ciudadanos?