El episodio de los aviones argentinos es indignante y ofensivo para el país. Nada menos. De hecho, uno de los peores momentos de este gobierno, tan proclive a bochornos de inaudito calibre. Intento, lo más que puedo, no escribir con el hígado. Pero me cuesta. Resulta demasiado obvio el insulto a la inteligencia. Pregunto: Si tanta era la urgencia por controlar el espacio aéreo, ¿por qué no anunciar el convenio y las intenciones de hacer el negocio desde que empezaron a platicar con los fabricantes de los Pampa III? ¿Por qué dejarlo a última hora y permitir que fuera por medio de una nota del diario “Clarín” que nos enteráramos del trato ya consumado? Solo con eso se cae toda la argumentación gubernamental para defender esta opaca transacción.
El colmo es la respuesta que da el titular de la Defensa, Luis Ralda, cuando un reportero le pregunta cómo explica que los funcionarios en Guatemala negaran lo que se firmaba en Sudamérica, y que el ministro los justifique diciendo que contestaron así porque “no es lo mismo compra que adquisición”. Cito la parte inicial del tuit de Fernando Sibilla, director ejecutivo de la fábrica de estas aeronaves: “Después de mucho esfuerzo cerramos el acuerdo para proveer dos Pampa III a la Fuerza Aérea Guatemalteca, primera exportación en 35 años de vida del avión…”. Ello implica que, para hacer del conocimiento público este proyecto, tuvieron tiempo de sobra.
“El episodio de los aviones argentinos es indignante y ofensivo para el país”.
Quien los haya asesorado para proceder como lo hicieron, es decir en tono de “te sorprendo cuando ya es tarde para reaccionar”, les causó un tremendo daño. No había necesidad de anunciar con horas (casi minutos) de anticipación el viaje del mandatario, del mismo ministro y de la canciller hacia Argentina para ir a concretar, con lujo de fotos y de abrigos, un trato que debió ser transparente desde el principio. Eso se vio sospechoso y malintencionado. Como con nocturnidad, alevosía y ventaja, incluso si en la idea de obtener esos aviones hay una sana intención. El titular de la Defensa no convence con sus planteamientos. Dice que le preocupó el señalamiento de que Guatemala esté a punto de ser considerado un “narcoestado”, algo que trascendió a titulares recién el sábado 29 de junio. Asimismo, Ralda dice que el repunte de avionetas presumiblemente cargadas con droga en los cielos del país lo llevaron a tomar una decisión urgente, la cual, según dijo, hubiese sido más fácil dejársela al próximo gobierno. Le reconozco al ministro el haberle dado la cara a la prensa en este espinoso tema, pero vuelvo a discrepar con él en el argumento específico del apremio para ejecutar el polémico trato comercial.
Si los Pampa III van a venir hasta el 30 de noviembre, ¿por qué no aguantar mes y medio más para que la tarde del 14 de enero, el nuevo presidente se hiciera cargo de la tarea? Además, ¿cómo nos explicamos que el Ejército, así como así, pueda readecuar la “nimia” suma de 215 millones de quetzales de su asignación presupuestaria? ¿Por qué, si disponían del dinero, igual le consultaron al titular de la cartera de Finanzas? ¿Cómo entender que les pareciera exagerado el plazo de 24 horas que les fijó la Contraloría para que ampliaran la información? Por ahora no tengo elementos como para afirmar que existe corrupción en este negocio. Sin embargo, las dudas abundan. Y el gobierno queda muy mal parado si se le somete al análisis más benigno.
Comentario aparte merece el vicepresidente, Jafeth Cabrera, con sus agresiones a los reporteros que cubren la fuente del Ejecutivo. Así como es inaceptable que un periodista no respete a un funcionario, lo es también que un funcionario no respete a un periodista. Lo de Cabrera fue de muy mal gusto. Su altanería fue chocante y hasta procaz. Y habiendo tanto de qué ocuparse en esta derruida Guatemala, las erráticas y hasta cínicas decisiones gubernamentales nos obligan a hablar de la opaca compra de dos aviones durante varios días. Memes y tuits incluidos. Lamentablemente, lo más seguro es que no pasemos de eso.
Pareciera que normalizamos, otra vez, el atropello impúdico desde el poder. El descaro ultrajante. La desfachatez fachuda y vulgar. Es cierto que es importante agenciarse de equipo para combatir al narcotráfico, pero antes es indispensable demostrar una voluntad real para usarlo en aras de proteger a la sociedad, algo en lo que esta administración no inspira confianza.
Y pese a que cada rubro dispone de su partida presupuestaria específica, lo cual entiendo, se ve atroz que un país que sufre de una desnutrición crónica infantil en la mitad de su población se ocupe con tanta diligencia en “comprar o adquirir” dos aviones de “primer mundo” sin trayectoria alguna, antes de aumentar su inversión en los niños que, por hambre y apatía, están condenados a la precariedad y a la desventaja para el resto de sus vidas. Insisto: Sea por “compra” o por “adquisición”, Guatemala tendrá que desembolsar 28 millones de dólares. Y no descarto que en este apresurado convenio varios funcionarios hayan incurrido en un fraude de ley. No sé si habrá alguien que se atreva a defender este escándalo. Puede ser que sí.