Opinión

Primeras señales (no de humo, espero)

Surgen buenas y esperanzadoras noticias desde la Cancillería. Todo lo contrario a lo reportado en los últimos tiempos. Ya solo con no escuchar la voz de la hoy exministra en las conferencias de prensa se percibe un alivio. Los años en que Sandra Jovel estuvo a cargo de Relaciones Exteriores nos hicieron pasar, como país, de un ridículo a otro. Por mucho, es la peor canciller de la historia. Tanto por su patrioterismo escudado en el falso resguardo de la soberanía nacional, como por su prepotencia a la hora de defender lo indefendible. El nuevo titular de la cartera, Pedro Brolo, empieza bien su recorrido al dejar sin efecto los 36 nombramientos hechos, a última hora, por la administración anterior. Era insostenible mantenerlos en esos puestos, dada la forma turbia en la que llegaron a ocuparlos. El descaro y el cinismo alcanzaron con ello una nueva y penosa dimensión.

La huella del nefasto gobierno de Jimmy Morales se refleja con estruendosa claridad en los despropósitos de esas impúdicas acciones al final de su mandato. Y no solo ahí. También en la sustitución de los secretarios de la Presidencia dos horas antes de entregar el poder, con la aviesa intención de que fueran indemnizados. Asimismo, en las 80 contrataciones durante el fin de semana previo a la transmisión de mando, que se despacharon con alevosía en el Ministerio de Desarrollo Social. No digamos en los movimientos siniestramente estratégicos en Gobernación, los cuales apuntan a crear el descontrol necesario en las fuerzas de seguridad para que Morales pudiera tomar posesión en el Parlacen. Por cierto, aunque no apruebo la agresión física contra los exfuncionarios, celebro la indignación mostrada por los manifestantes. Y también la manera en que hicieron evidente su rechazo a las maniobras para consumar la juramentación exprés de ese inservible organismo regional que, espero, sea cerrado a la brevedad posible. Jimmy Morales y Jafeth Cabrera ya sienten el rigor del repudio popular. En lo que va de la era democrática no recuerdo una salida tan indecorosa de otro tándem gubernamental. Y eso que ha habido pésimos.

“Surgen buenas y esperanzadoras noticias desde la Cancillería”.

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El presidente, Alejandro Giammattei, hizo bien en distanciarse tan rápida y enérgicamente de sus antecesores. Es más, me sorprendió. Y le tomo la palabra en dos de sus ofrecimientos durante el discurso inaugural: Uno, que la corrupción, por reciente que sea, debe ser perseguida y castigada; dos, que no va a ser de “tapadera de ninguna cloaca”. No le heredan un lecho de rosas al nuevo mandatario. Que el gobierno recién estrenado se entere hasta ahora de los pormenores del acuerdo migratorio firmado con Estados Unidos es una señal preocupante. No fue correcto que, en tal sentido, los mantuvieran en el limbo durante toda la transición. Puede que en varios aspectos sea tarde para enmendar la plana de lo que ya se pactó. Es imperioso que, a partir de este momento, la estrategia de comunicación en este tema sea certera y transparente. Y cuidarse de no apelar a distractores burdos.

Un ejemplo de eso se da en la ya polémica propuesta de Giammattei de que se legisle para que se considere a los pandilleros como grupos terroristas. El fallido concepto inicial precisa de una explicación tan detallada como contundente. ¿En qué va a favorecer la lucha contra las extorsiones y el sicariato una ley como la que pretende el nuevo mandatario? ¿Cuál será la gran ventaja entre eso y lo que tenemos actualmente? ¿A qué plazo cree que conseguirá cambios reales? ¿Cuáles son los resultados concretos que calcula obtener?

El estado de Prevención en Mixco y en San Juan Sacatepéquez se diferenciará de un show mediático precisamente en eso: En lo que obtenga de beneficio para la población que sufre a diario los vejámenes de los delincuentes.

Mientras tanto, la decisión de suspender los 36 oprobiosos nombramientos hechos por la hoy excanciller Sandra Jovel no puede sino celebrarse. Pero no basta con eso. Es fundamental que se conozca a profundidad el daño institucional perpetrado por la administración de Jimmy Morales. El repudio popular así lo exige.

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