1. Esquivo ojo clínico. Para un enfermo cuyos médicos no dan con el mal que padece, oír acerca de un país sobrediagnosticado suena a insulto.
2. Descubrimiento. Al indagar en los cajones de mi experiencia, prefiero a la gente buena con cosas malas que a la gente mala con cosas buenas.
3. Tequila sunrise. Furibundo y descompensado, el mandamás despotrica contra un artículo de prensa. El séquito de lambiscones que lo rodea le dice “amén” y uno de ellos le actualiza el perfil de quien firma el escrito. Se oyen improperios a coro. El mandamás tiene miedo de que ya no manda a nadie y de que la justicia se le aplique como Dios manda. Es hora del desayuno. El séquito de lambiscones le informa al “jefe” que un grupo de expertos en salud mental pide públicamente la actualización de su perfil. Despotrica de nuevo. Sigue furibundo. Van a compensarlo ahora mismo. La recompensa fue antes. Y será después. Hasta que huir sea su única opción.
4. Nights in white satin. Para un insomne, ser bueno en la cama significa dormir bien.
5. Tan sencillo como eso. El secreto detrás de un buen presidente (o de un buen diputado, o de un buen ministro) radica en decidir a quiénes de sus financistas va a traicionar y en elegir a quiénes de los que le dieron dinero para su campaña les guardará lealtad. Todo ello, sin que la decisión lo arrastre hacia la debacle. No suele ser una elección entre “lo bueno y lo malo”, sino una entre “lo malo y lo menos malo”. Nada nuevo en la política. Nada nuevo en la vida.
6. Redes faciales. Para un ser humano que se respete, las redes sociales deben ser más book y menos face, como rezaba el antiguo lema de la Gandhi. No solo de “likes” vive el hombre. También al “influencer” le puede dar influenza. Para un amante de Internet, sería virtualmente un fracaso si, en su vida, solo alcanzara a ser un amante por internet, porque ni con la más efectiva contraseña podría tener acceso a los verdaderos datos.
7. Adiós hermana. Ella fue siempre “el alma de la fiesta”. Ahora que se fue, nos deja la fiesta en el alma. Con su sangre dulce, manejaba como nadie “el arte de la buena puntada”. Ejemplo de valentía sobra en su puntada final. Sabía reírse con una risa sabia. Nadie podrá jamás arrebatarle su alegría.
8. Trampas del idioma. Para un hombre público, los avatares del lenguaje no inciden igual que para una mujer pública, aunque ella, desde su tan antigua profesión, sea mucho más íntegra que ese grandilocuente cínico que domina la farándula política, no por sus brillantes ejecutorias, sino por sus desmanes a la hora de hacer rapiña del erario nacional. No es lo mismo ser víctima del hambre, que ser el victimario del hambre de los demás.
9. Lo urgente y lo delirante. Vivimos no en el país del mérito, sino en el país del “ya merito”.
10. Alarde y soberbia. Para un mediocre, lo más difícil de asumir son los triunfos, pues, como dice Sabina, jamás se repone de ellos.
11. El orden de los factores. Iguales no son. Ni de chiste. No es lo mismo “el sucio dinero” que el “dinero sucio”. Detrás del “sucio dinero” puede haber necesidad. Y también horas muertas en los horarios de la vida, cuando se trabaja en un oficio ajeno a la vocación. Pero detrás del “dinero sucio” hay usura. Hay corruptos. Hay sicarios. O acosadores a sueldo. El “sucio dinero” debe ganarse con el sudor de la frente. Y eso lo limpia. El “dinero sucio” debe lavarse porque está manchado con sangre. Y eso lo condena.
12. Hard headed woman. Habrá que alterar las velas y hacer del viento un cómplice. Propiciar el pan y el vino. Evitar el abismo de la indiferencia. Y volver adonde todo empezó, con los labios repuestos y vigorosos. Arréglese para que la desarregle. Quiero cansarla para que descanse. Dejar que se deje para no dejarla nunca.
13. Esta tarde vi llover. Para aquel a quien le llueve en la vida, más que un paraguas lo que necesita es un arca. Y claro: Alguien con quien mantener la especie.