Por: Mayra Gabriel
En la vida hay muchas oportunidades de crecimiento. Algunas las vemos y las tomamos y otras, simplemente, las dejamos pasar o tal vez ni siquiera nos damos cuenta de que están allí. Como dicen, no estamos atentos ni despiertos, o como decía Facundo Cabral: “No estás deprimido, estás distraído”.
Hace algunos años, en 1995 para ser más exacta, tuve la oportunidad de conocer en Costa Rica a dos de los grandes mentores que he tenido hasta ahora: Dawn Bramadant y Keith Willcock, dos seres extraordinarios que me ayudaron a darle la vuelta al sentir de mi vida.
Llevaba en mi corazón el duelo por la pérdida de mi hijo Giancarlo. Reconozco lo importante que es pedir ayuda cuando hay un duelo. Gracias al trabajo interno que hice con ellos, durante los talleres, logré aprender y conocer mucho de mí y no digamos de la vida. En estos talleres de crecimiento personal en los que participé con ellos hicimos muchos ejercicios que nos permitieron conocernos más para entender que todas las respuestas están en nuestro interior, que nuestro ser es la verdadera y única fuente de valor, inspiración y fortaleza. Aprendimos lo importante que es serse fiel a uno mismo.
Uno de los ejercicios que hicimos consistía en elegir a alguien más para hacer el trabajo en pareja. Se trataba de que primero uno de los dos solamente tenía que preguntar “¿quién sos?” de forma repetitiva y la otra persona tenía que ir diciendo lo que quisiera. ¿Cuánto duraba para cada quién? No sé si eran como tres minutos, no me acuerdo.
Los primeros segundos pasaban fácil y rápido, pero luego había que adentrarse en uno mismo. Nada fácil. Empezar a decir algo desde el ser interior, encontrar emociones o características que nunca habíamos imaginado tener, pero el resultado era grandioso después de que ambas partes decían lo que salía de dentro. ¡Increíble!
¿Alguna vez has hablado contigo mismo viéndote al espejo? Te recomiendo preguntarte “¿quién sos?” y aprender a oírte, y de igual forma decirte lo bien que te ves. Es un ejercicio increíble.
La vida y mis encuentros conmigo misma, acompañada de los diferentes maestros que he tenido el privilegio de tener, me han enseñado lo importante que es oírme, de respetarme sin juzgar, de conocerme, de aprender a amarme… De estar convencida de que debo serme fiel. De aprender tantas cosas sobre mí, que la mayoría del tiempo no les pongo coco.
Estos días que he tenido de aislamiento me he conectado más conmigo, me he cuestionado cosas. Sigo convencida de que la adversidad me enseña mucho más que la prosperidad.
¿Quién soy? Seguro que la Mayra de 1995 es muy diferente a la de ahora. Las oportunidades que la vida me ha dado para experimentar crecimiento no han sido fáciles, pero me han servido para enfrentarme a mi mejor amiga: yo misma. Me han servido para aprender, para crecer, para saber y aplicar lo importante que es hacerle caso a la intuición, para elegir con quién quiero y no quiero compartir mi tiempo. Para saber que lo que en apariencia me destruye, en esencia me reconstruye. Para conectarme con mi corazón abierto y saber que ya, solo con eso, estoy en el camino para dar y compartir un amor incondicional como lo he aprendido de Dios. Para ser más yo, pero lo más importante, para quererme con todo.