Todos sabemos que la causa de la enfermedad por coronavirus de 2019 (Covid-19) es muy contagiosa y se propaga de persona a persona. La humanidad no tiene inmunidad, algunas personas no llegan ni a sentir síntomas y se sabe que afecta principalmente a personas de la tercera edad, especialmente las que padecen de otras enfermedades, como hipertensión arterial, problemas cardiacos o diabetes. Se está y se sigue aprendiendo constantemente sobre esta enfermedad.
Debido a que la propagación de la enfermedad amenaza con desbordar la capacidad sanitaria para tratarla, los países se han visto obligados a decidir entre dejar que se desarrolle la epidemia, “no hacer nada”, o poner en práctica intervenciones no farmacológicas –aislando a la gente, confinando a las personas en sus casas por medio de medidas como el cierre de escuelas, no permitir transporte extraurbano, cerrar temporalmente negocios y restringir la libre locomoción–. Estas lamentablemente han puesto en un “coma inducido” a la economía. Cuanto más radicales las medidas, más grande será el impacto negativo sobre la economía y mayor será el tiempo necesario para reconstruir los daños.
Recientemente, el CIEN realizó un estudio respecto las distintas respuestas de los países ante la Covid-19. Se encontró que hay diversos pensamientos para abordar la pandemia.
Un argumento extremo, establece que tanto la estrategia de “no hacer nada” como la de “mitigación” no son del todo efectivas, por lo que aboga por la supresión del virus a través de medidas duras y radicales para controlar rápidamente la epidemia: aislamiento, cuarentena, permanecer en casa (salvo en casos de emergencia o abastecimiento de alimentos), prohibiciones de viajes y otros.
Una forma contraria de pensar es dejar que el virus avance sin tomar medidas de confinamiento ni el cierre de fuentes de empleo y servicios públicos para no afectar los medios de vida de miles de millones de personas. Algunos argumentan que la reducción de los servicios gubernamentales y la prosperidad general costará decenas de millones de vidas. Este pensamiento argumenta que la pérdida de vidas esperada por el pánico económico empequeñece la pérdida de vidas en el peor de los casos.
Otros autores indican que las medidas de contención estrictas, si se aplican durante mucho tiempo, conducirán a una situación económica inaceptable. Sin embargo, al levantar los controles se corre el riesgo de desencadenar la pandemia. Se considera que puede haber una forma de controlar la enfermedad sin sofocar la actividad económica, la cual consiste en probar, rastrear y aislar socialmente de manera selectiva para contener la pandemia sin un costo económico indebido. Los autores reconocen que las pruebas no son una “bala de plata” y deben ser implementadas como parte de una batería de intervenciones de salud pública.
¿Qué opinan respecto a los países en desarrollo? Cuanta más plana se quiere que sea la curva de contagio, más necesario será cerrar el país y más espacio fiscal hará falta para mitigar la recesión económica por la medida.
Se señala que en nuestros países no hay capacidad para brindar los paquetes de alivio económico que han otorgado los países desarrollados. Justo cuando los países en desarrollo necesitan hacer frente a la pandemia, la mayoría ha visto evaporarse su espacio fiscal y enfrenta grandes brechas de financiamiento. Además, las medidas estrictas de contención (como los cierres patronales y las restricciones de movimiento) no son viables durante períodos prolongados o repetidos en espacios urbanos superpoblados, en comunidades en las que falta la confianza en el gobierno, en lugares en los que los ingresos se reducen gravemente y para las personas que dependen del trabajo exterior para su subsistencia.
Los beneficios epidemiológicos y económicos del aislamiento social no solo son mucho menores en los países más pobres, sino que esas políticas también pueden imponer una pesada carga a los más pobres y vulnerables. Los países más pobres también tienen una capacidad limitada para hacer cumplir las directrices de confinamiento. En estas condiciones, aun si los países en desarrollo quisieran aplanar la curva, no tendrían la capacidad de hacerlo. Para los países en desarrollo se sugiere centrar los recursos en la protección de los más vulnerables y medidas de blindaje para reducir al mínimo o eliminar toda interacción entre los que corren mayor riesgo y los demás.
El estudio del CIEN señala que la falta de información confiable y la poca experiencia con pandemias, atado a la incertidumbre, han sido factores por los que la mayor parte de los gobiernos han tomado decisiones de política pública sin un sólido fundamento técnico y que continúen un camino de prueba y error.
Con la información oficial disponible, no es posible identificar claramente las intervenciones que puedan calificarse como “exitosas” en términos de menor tasa de muertes por millón de habitantes. El intento por contener la propagación de la epidemia evolucionó a un desafío económico.
Por lo tanto, las políticas que se tomen de ahora en adelante deben buscar el doble objetivo de “salvar vidas y salvar la forma de ganarse la vida”. Existe un consenso entre los expertos: No es sostenible mantener durante un largo lapso un confinamiento generalizado de la población. Será cuestión de tiempo que los países deban iniciar procesos de relajación del aislamiento, pero con protocolos que minimicen el riesgo de brotes de la enfermedad. No hay una solución de talla única para que todos los países afronten la pandemia del Covid-19, más bien cada país debe tomar sus decisiones con base en su propia realidad (capacidad institucional, mercado laboral, condiciones de vida de su población, espacio fiscal, demografía, inclusive su poder político y otros).
El presidente de Guatemala ha ido tomando una serie de decisiones respecto al abordaje de la pandemia, intervenciones sanitarias, medidas de distanciamiento social y los paquetes económicos. Un análisis objetivo y técnico al respecto es importante realizar. ¿Considera usted que han sido acertadas las medidas en Guatemala? ¿Tiene miedo de contagiarse y fallecer? ¿Debemos reabrir el país y reactivar la economía?