Una cosa es bastante segura en medio de este clima de incertidumbre que estamos viviendo y es que tendremos que aprender a vivir con el virus del Covid-19. Algunos sintetizan esta idea con la frase: El virus vino para quedarse.
Este hecho plantea grandes retos para los gobiernos en todo el mundo. Nadie se escapa. Incluso, los efectos del virus pueden ser un factor determinante en la elección presidencial en Estados Unidos. Es una pandemia que está trastocando cada una de las esferas de la vida humana y aún no ha terminado. Tan así, que muy al estilo de la carrera espacial que se desarrolló durante la Guerra Fría cuando la meta era “conquistar el universo”, ahora es tener la vacuna que “salvará a la humanidad”.
Toda esta dinámica no es ajena a las prioridades y las acciones gubernamentales. Es decir, todos los gobiernos del mundo están, de alguna manera, lidiando con el virus. Unos son más efectivos que otros, con resultados concretos o no, pero los problemas derivados de la pandemia están en la agenda de aspectos públicos que deben atender.
Resulta bastante contraproducente, incluso muy lamentable y desafortunado, que el presidente Alejandro Giammattei, en una declaración pública la semana pasada, de una manera muy elocuente y directa, indicó que estaba dejando por un lado los “temas” del coronavirus para atender otros más importantes y dedicarse a gobernar. Esto confirmó un poco la sensación que muchos tenían de las posiciones y actitudes recientes de varias autoridades gubernamentales en las que el sentimiento que primaba era que el gobierno estaba renunciando a su responsabilidad, configurando el escenario: Sálvese quien pueda y como pueda.
Es desconsolador escuchar ese tipo de declaraciones en un momento en el que se prevé un repunte de contagios. Nadie niega que las personas tengan que asumir parte de la responsabilidad. Al contrario, evitar el contagio recae en que se cumplan las medidas y recomendaciones que se dan para el efecto. El problema está en que en un país con las condiciones de subdesarrollo y desigualdad como Guatemala se requiere, dadas las limitaciones que las personas tienen para cumplir su parte de responsabilidad, que el gobierno tome las riendas y cree políticas públicas bien orientadas que contribuyan a generar condiciones para superar esas limitaciones.
Por ello, el arte de gobernar en tiempos del Covid-19 implica que las autoridades asuman plenamente su responsabilidad e impulsen acciones de política pública alineadas a los desafíos que estamos enfrentando, no que le den la espalda a la población. Un pésimo mensaje es anunciar que se dedicarán a otros “temas” importantes y a gobernar al país. ¿Qué quiso decir el presidente con esa declaración? ¿Qué país gobernará? Si en este momento, desde cualquier perspectiva, la economía, la salud y la agenda están dominadas por los efectos que la pandemia está causando aquí y en todo el mundo.
En ese sentido, por ejemplo, se viene una de las discusiones políticas más importantes en el Congreso de la República: la aprobación del presupuesto. Nada más y nada menos que el principal instrumento de política pública que tiene en sus manos el gobierno. En ese escenario, el gobierno es el principal protagonista para promover una discusión seria sobre la orientación o reorientación que les dará a las políticas públicas para atender los efectos de la pandemia.
A menos que el presidente esté renunciando a ejercer su mandato, lo menos que podemos esperar es que se presente derrotado. Los gobiernos en todo el mundo serán evaluados por las acciones que implementaron para atender la pandemia y los resultados que obtuvieron. Si no me cree, vaya a preguntarle a Donald Trump. ¿Qué opina usted?