En menos de 365 días estaremos celebrando, algunos cuestionan y dicen que no se deberá celebrar, los 200 años de vida “independiente” de nuestro país. Más allá de revisar los detalles y aspectos históricos de ese momento importante de nuestra existencia: Los actores, el contexto, las tramas políticas, los intereses y motivaciones, las decisiones que se adoptaron y el desenlace, así como la lectura política que cada uno tiene al respecto, es importante sentarnos a pensar un rato y hacer una evaluación de los 199 años.
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Es un espacio propicio para que de manera conjunta pensemos y soñemos en un país distinto. Un ejercicio que derive en una especie de reflexión colectiva que parta de una profunda y crítica revisión histórica que identifique las cosas buenas y malas que hemos hecho como sociedad. Encontrarnos, vernos al espejo, tomar conciencia de quiénes somos, de dónde venimos, cómo somos y todo lo que podemos llegar a ser si tomamos las mejores decisiones.
Un momento político que puede determinar el rumbo del país para los próximos cien años. Soñemos en cómo queremos que los y las guatemaltecas celebren el tricentenario. Pensemos en aquellas cosas sobre las que deseamos que nos recuerden. ¿Una generación que impulsó el cambio o una que se acomodó y prefirió el continuismo? Que sigan la pobreza, la exclusión y el subdesarrollo (en todos los sentidos).
En el país nos cuesta pensar en el largo plazo. No estamos acostumbrados a impulsar procesos a través de instituciones. Prevalecen las ideas personalistas y ese sueño por encontrar al “líder mesiánico” que tiene todas las soluciones a los problemas y las impulsará, esto es lo más dramático, de manera autoritaria. Es difícil para muchos aceptarlo, pero aún no hemos consolidado nuestra cultura democrática y domina la visión autoritaria.
Queremos que los cambios se den de la noche a la mañana. De un momento a otro. La inmediatez. Esta visión cortoplacista no nos llevará a ningún lado. Es hacer más de lo mismo. Es necesario pensar en procesos, en fases, en articulación, en trabajo conjunto, en dar una visión estratégica que oriente y diseñe el camino y los pasos a tomar. Una visión de futuro que pinte una Guatemala distinta. Pensar hoy, desde el ayer, pero con la esperanza en el mañana.
No obstante, a pesar de esa visión pesimista sobre las experiencias que hemos tenido y la forma en que políticamente nos movemos, me resisto a pensar que todo está escrito y más aún, aceptar aquellas posiciones que pretenden solo seguir respirando y esperando que la vida continúe.
Al contrario, creo que siempre es buen momento, que no necesitamos excusas extraordinarias para impulsar procesos de cambio y transformación. Las condiciones, actores e intereses sí pueden en alguna medida influir en la viabilidad de que este tipo de procesos avancen. No obstante, simbólicamente podemos aprovechar, además de la crisis estatal que agudizó la pandemia del Covid-19, la conmemoración del bicentenario de la independencia para recuperar la esperanza, suspirar, soñar, dialogar y trabajar porque estos cielos y montañas, hermosas por cierto, estén habitadas por una sociedad en la que prevalezca la dignidad humana, se promueva el desarrollo integral y la justicia social.
Por eso, en estos días, en medio de la pandemia y en la cercanía del bicentenario, aprovechemos la oportunidad que tenemos como sociedad para repensarnos. Tenemos una tarea como sociedad y espero que los actores políticos, sociales y económicos, además de tener la voluntad política, busquen construir los espacios y las dinámicas para pintar, en un gran mural, el país que soñamos. ¿Qué opina usted?