Los números son claros: Estamos en el peor momento de la pandemia. Con menos de siete mil pruebas hechas, salen más de dos mil positivos de coronavirus. Es casi el 30 por ciento. Y no vamos en la ruta como para salir de este túnel. Si a eso le sumamos las nuevas variantes que ya circulan por el país y la lentitud en el proceso de vacunación, los contagios podrían multiplicarse de manera trágica en cuestión de 20 días. O posiblemente antes. Este fin de semana largo, que empieza hoy, será decisivo para el país. Y lo será en varios aspectos. Uno, obviamente en el de la salud. Otro, en el de la economía. Ambos temas, como ha ocurrido durante los últimos 15 meses, son los que suscitan las contradicciones mayores.
Del Gobierno no podemos esperar nada. No veo por dónde se atrevan a endurecer las restricciones. Tampoco percibo que haya suficiente lucidez adentro del gabinete como para apoyar algún giro responsable en tal sentido. Y cuando digo “responsable” no me refiero a cierres totales ni a volver a los toques de queda. De lo que hablo es de medidas intermedias, pero técnicamente sustentadas, que eviten episodios de dimensiones dantescas. Hablo de prevenir el pandemónium. Ese de los hospitales desbordados y de centenares de muertos diarios que termine obligándonos a actuar de forma extrema cuando ya sea tarde. Para ello, la hoja de ruta debe trazarla un equipo médico-epidemiológico conformado por profesionales de primera, que se asesore de cuadros empresariales con suficiente visión. Es inaplazable que la gente perciba una estructura de liderazgo para enfrentar lo que viene. Para ello, aunque sea a quien le corresponda, el presidente ya está muy desgastado. Y por la permanente polarización que reina en Guatemala, encontrar a ese “alguien” que nos guíe es una tarea casi imposible. Sin embargo, como en toda las crisis, hay siempre una oportunidad.
Es el momento de que, desde la sociedad civil, se arme un frente que se ocupe de esta coyuntura. Cinco o siete notables de diferentes orígenes. Gente que goce de credibilidad y de prestigio. Gente que pueda salir en cadena nacional dando mensajes claros y directos de la situación. Gente equilibrada y con capacidad de comunicar. Uno del ámbito académico. Uno del sector indígena. Un representante de la Conferencia Episcopal. Uno de la Alianza Evangélica. Un presidente de alguna de las cámaras empresariales. Y dos o tres personalidades de distintos grupos que puedan completar una mesa creíble. Ya sé que el problema inicial es quién convoca a todo esto. Para ello, me animo a proponer a tres tanques de pensamiento, de los varios que existen en el país. Pueden ser Asies, el CIEN e Icefi. Los tres en consenso. Incluso podría ser alguno de los sectores antes mencionados como la Conferencia Episcopal, por ejemplo. Lo importante es que se haga. Es de verdad urgente que la población sienta que puede confiar en algo y en alguien en medio de este caos que la pandemia presenta en su etapa más complicada.
Sin vacunas y con multiplicación de contagios, se vuelve indispensable que la ciudadanía activa colabore con presionar para que se mejore la gestión de las autoridades. Y también para que se comunique mejor el mensaje y así prevenir y evitar tormentas que, por la desesperación y el hastío, nos lleven a sangrientas jornadas de ingobernabilidad. Lo que no logra la corrupción para sacar a la calle a la gente, puede alcanzarlo la indignación por la falta de una segunda dosis.
Entiendo que lo que propongo es muy ingenuo. Pero considero necesario intentarlo, porque me aterra lo que puede ocurrirnos si dejamos que esto siga como va.
Me conmovió profundamente oír los testimonios de quienes han ido a vacunarse a Ciudad Hidalgo, México. Asimismo, la historia de un oyente de Emisoras Unidas que contó al aire que se endeudó por más de Q10 mil para llevarse a su familia a Estados Unidos a que le administraran el inmunizante que aquí no llega. Pero lo que más me conmovió de todo fue enterarme de que un grupo de jóvenes colegas está organizando un viaje relámpago a Tapachula, rentando entre todos un autobús, para lograr vacunarse lo antes posible.
Urge estructura para enfrentar esto. A la deriva como estamos, el barco se hundirá. En esta pandemia, salvar vidas es también salvar la economía. No podemos seguir así.