Opinión

Mayra Gabriel: "Hoy sí, ¡perdí el examen!"

Hoy sí, ¡perdí el examen! Como un vil ser humano que soy y que acepto no le hice caso a mi intuición por un momento. Resulta que iba a recoger un reciclaje de vidrio que me tenían en zona 14 y cuando hice el cruce en el paso a desnivel de Próceres, los flamantes policías municipales, que de plano recibieron la orden de poner muchas multas, estaban súper atentos para parar a todos los carros que estábamos haciendo ese cruce no autorizado.

Es cierto, desde que construyeron ese puente a desnivel en 2009 hay una señal de tránsito, por cierto, bastante desteñida, que prohíbe el cruce mencionado. Pero, también es cierto que es un atajo al que todos recurrimos. En fin, acepto que infringí una señal de tránsito inútil que lleva años puesta en el mismo lugar.

Cuando el agente me paró, me hice a un lado y entregué tranquilamente los papeles solicitados. Según lo que me dijo después el jefe de ese grupo de policías, la teoría dice que hacer una multa no debe tardar más de tres minutos, pero llevaban más de 10 y el agente no me devolvía mis documentos. El tiempo pasaba y el tranquilo agente, bien gracias, no regresaba a la ventana de mi carro a devolverme mis papeles y mi licencia.

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El tiempo seguía pasando y yo seguía sin recibir mi multa. Solo veía cómo los agentes seguían deteniendo a otros carros que cometían la misma infracción que yo, y al igual que conmigo, se tomaban todo el tiempo del mundo para ser multados. Mi paciencia se fue acabando y cuando al fin apareció el agente en mi ventana, le dije: “Ya me puede dar mi multa”, y le troné los dedos, y ¡oh sorpresa! Se sintió ofendido, se volteó sin decirme nada y entonces sí me bajé del carro. Resulta que mi comentario lo tomó como un “insulto” y luego de otro montón de tiempo y grabaciones que me puse a hacer me pusieron una nueva multa por Q1,000.00 y me retuvieron mi licencia.

Obvio, al principio estaba muy incómoda, llamé muy molesta a mi abogado para saber si me podían retener mi licencia y me dijo que no, pero luego, platicando y platicando con el jefe de la policía, me enseñó el artículo donde dice que sí, cuando se insulta a un agente. Y le dije: Yo no insulté a nadie. Y entre plática y plática, por más de media hora, no logré que me devolviera mi licencia y me fui acompañada de dos multas encima que, espero en tres días, puede que estén registradas para pagarlas, y así, recoger mi licencia frente a un juez en el CENMA: ¿Qué tal?

El resto del día lo pasé muy molesta conmigo misma y me preguntaba qué me había pasado y por qué es que me había salido de mi centro. Sabía que necesitaba un momento en silencio y reflexionar sobre lo sucedido. Algo tenía que aprender de esa nueva experiencia en la que, como yo digo, perdí el examen, me ganó la impaciencia, en vez de haber esperado pacientemente y aceptar que me había desenfocado. ¿Qué aprendí?

Aprendí que no soy infalible y que soy un ser humano que comete errores, que así como puedo estar en lo alto, también me toca pasar momentos de pruebas que me obligan a atravesar los procesos de aceptación que corresponden, donde asumo mis consecuencias y las dejo ir, sabiendo que algo me toca aprender de ellas.

Contarle esto hoy es simplemente una manera libre de mostrarme tal como soy y de las experiencias y aprendizajes que envuelven mi vida. Como le oí decir en una charla a Pilar Sordo: “El exceso de comodidad no te hace crecer, la incomodidad sí, y en esto, no hay negociación”.

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