Opinión

Mayra Gabriel: "Me enfrenté a mí misma"

En la vida me ha tocado vivir algunas experiencias fuera de lo normal, en toda la extensión de la palabra, pérdidas en mis embarazos, un secuestro, la muerte de un hijo, traición de seres cercanos y estar muy próxima a la muerte en algunos casos. Con el paso del tiempo y sabiendo que lo mejor de cada experiencia, por muy dura que parezca, es seguir adelante y aprovechar el aprendizaje que pueda tener y no digamos lo importante de enfrentar lo nuevo sin miedo.

Luego de la partida de mi hijo Giancarlo, en diciembre de 1993 y tratando de entender de qué se trataba nacer y morir, empecé con la búsqueda del sentir de la vida, que me abrió muchos caminos diferentes y de los cuales he aprendido muchísimo. Es tan cierto ese refrán que dice: “No hay mal que por bien no venga”. Solo puedo decir que, entre más sé, más me doy cuenta del abanico de conocimiento por aprender y aplicar que tengo todavía.

En noviembre de 1994 y luego en marzo de 1995, junto con mi amiga Rosa María, que acababa de perder a sus dos hijos y a su mamá en un accidente aéreo, nos fuimos a un taller de crecimiento personal y espiritual (no de religión) con la grandiosa Dra. Elisabeth Kübler Ross y su equipo. ¡Qué gran regalo de vida tuve allí en ambos talleres! Estuve en su centro de trabajo ubicado en Head Waters, Washington, donde pasé unos días de sentir cómo desnudaba mi alma, donde puedo decir abiertamente “me enfrenté a mí misma”. Nunca había trabajado a tal nivel energético en mí y mucho menos en mi interior como lo hice allí. Fue un tremendo trabajo interno para aprender a empezar a conocerme, para identificar mi mayor fuerza y mi mayor debilidad, para tomar conciencia de quién soy, para sacar sentimientos que se quedan dentro y que es importante sacarlos del alma acompañados de mucho dolor y lágrimas. Trabajar en uno mismo es tan importante y hay que hacerlo cuando se tienen alborotados los pensamientos y sentimientos, y no evadirlos, sino enfrentarse a ellos para desenredar esos nudos emocionales.

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Aprendí que mis sentimientos son mi verdad y que tengo que vivir la verdad de quien soy, pues solo así me reconoceré con mi propia verdad, que hará posible que escuche a mi instinto. Aprendí lo importante de oírse a uno mismo antes que ceder a los otros. Aprendí lo valioso que es estar a solas y en silencio con mis pensamientos y sentimientos. Aprendí que cuando se tiene dolor, hay que expresarlo, llorar y lo importante que es hablar de lo que nos pasa. Ahora sé que las consecuencias de no llorar o expresar lo que sentimos pueden provocar problemas físicos y, como dice Louise Hay, “cuando la voz no expresa, el cuerpo expresa”, y por eso tengo que estar preparada para terminar lo que no me da paz, para poder empezar lo nuevo.

Fue superinteresante para mí haber aprendido que no hay errores, solo experiencias, y de la misma forma que no hay tragedias, solo oportunidades de crecimiento, y que mientras siga viva, es porque todavía tengo lecciones por aprender para el alma. Aprendí a meditar, a sentirme y a oírme. Fue maravilloso cómo, en una meditación que tuve al aire libre, sentí un gran rayo amarillo fuerte, que con mis ojos cerrados lo veía clarísimo en mi frente; solo puedo decir que fue un sentimiento maravilloso el que tuve durante esos segundos que duró.

Elisabeth Kübler Ross ha sido una gran maestra en mi vida, desde esos dos talleres que fui, como con todos los libros de ella que los leo y releo. Por esa gran enseñanza y amor por el buen vivir, por aprender a amarme, respetarme y conocerme; pero, sobre todo, por haber aprendido lo bella que es la transición de un alma, para el que se adelanta, cuando deja su cuerpo en el momento perfecto. Todo esto que me ha inquietado desde que empecé a vivirlo y sentirlo me llevó a sacar mi diplomado de Tanatología, en diciembre de 2020, en México, con Gaby Pérez Islas, como complemento de lo ya aprendido y, como dice Jorge Bucay: “A fluir con la vida”. Y yo lo termino expresando hasta que me toque mi transición de dejar mi cuerpo y que mi alma regrese a casa.

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