Quien no lo sufre, rara vez se imagina de qué se trata. Pero eso solo le añade gravedad al tema. Me refiero al acoso contra aquellos periodistas que le resultan incómodos al poder. El caso que preocupa en este momento es el del colega Juan Luis Font, a quien le patentizo mi solidaridad y mi cariño por medio de estas líneas. Callar no es opción en un ambiente tan enrarecido como este. Cuando las alertas se prenden, ignorarlas es una irresponsabilidad. Y aquí aún estamos a tiempo de evitar un peligroso retroceso en materia de libertad de prensa. Para ello es imprescindible que las organizaciones sociales, empresariales, académicas, comunitarias y políticas se pronuncien en defensa de la democracia. Pero no solo con un comunicado o con un tuit.
Hablo de fijar postura de acción frente al creciente riesgo de convertirnos en un país sin posibilidades de informarse. Es hoy o nunca cuando debemos defender principios básicos del sistema de valores que nos da sentido como sociedad. Y buena parte de esos valores están representados en el libre ejercicio de la investigación periodística, así como en el manejo responsable del derecho a cuestionar a las autoridades. No propongo ni pido inmunidad para nadie. Quien cometa un delito o irrespete la ley, sea periodista o no, debe enfrentar a la justicia. Lo que planteo aquí es rechazar cualquier intento de amedrentar a la prensa independiente por medio de la fabricación de casos judiciales.
Si tal cosa llegara a suceder, estaríamos a nada de ser una Nicaragua. Esa misma Nicaragua que irá a elecciones este domingo con los candidatos opositores encarcelados y los medios de comunicación silenciados bajo amenaza. En ese contexto, no puede ser tomado a la ligera lo que ocurre en el vecindario centroamericano. Mucho menos en un país como el nuestro. Si en algo se avanzó luego de la apertura democrática de los años 80 fue en construir una prensa capaz de “contarle las costillas” a los poderes que se disputan el pastel de la corrupción.
Me refiero a esos poderes, muchas veces paralelos, que siempre pretenden secuestrar al Estado y utilizarlo para su beneficio. No ha sido fácil el camino. Hubo y hay múltiples presiones en este recorrido. Siempre las habrá. La inquietante diferencia es el tono cada vez más hostil e intimidatorio.
Especialmente desde el gobierno pasado. De ahí la importancia de tomar en serio las denuncias que se han hecho públicas en días recientes. La de “elPeriódico”, por ejemplo. O las de “La Hora”, antes. O la de otros colegas que se quejan de obstrucción en su labor periodística, como sucedió recientemente en El Estor, Izabal.
Insisto: No escribo con el fin de promover privilegios para el gremio al que pertenezco. Los periodistas somos los primeros que, por la naturaleza de nuestro oficio, debemos acatar la ley y jamás aprovecharnos de las posiciones de influencia que otorgan los espacios mediáticos. Después de 35 años de ejercer la profesión estoy convencido de que, lejos de ser “el cuarto poder”, lo que nos toca ser es “el primer servicio”. Sobre todo en estos tiempos en que las noticias falsas nos inundan y nos confunden.
Como decía el maestro Javier Darío Restrepo, el trabajo de los periodistas consiste en “la búsqueda de la verdad” y también en “potenciar la palabra ciudadana”. El verdadero periodismo no es activista ni ególatra. El verdadero periodismo se basa en hechos comprobados y en la humildad de las historias verificables.
Si por alguna razón se está pensando en ir contra la prensa independiente por la vía del hostigamiento judicial, la sociedad no puede ver hacia otro lado ni quedarse impávida frente a semejante atropello. De más está decirlo: El vejamen no sería solo contra los periodistas, sino en perjuicio de todos. Y, de consumarse, nos pondría a milímetros de los abusos que en Nicaragua comete Daniel Ortega, lo cual implicaría un aislamiento internacional que más temprano que tarde nos pasaría una carísima factura.
Está probado que quienes no sufren persecuciones o coacciones difícilmente se identifican con quienes sí las padecen. Por eso decidí escribir esta columna. Porque aquí aún estamos a tiempo de evitar un peligroso retroceso en materia de libertad de prensa.