Recuerdo a grandes maestros del colegio como a Isabel, de tercer grado, o a mi grandioso profesor de deportes y matemáticas -Hansruedi Peter-, no digamos a aquellos maestros exigentes de la universidad o a todas las personas que, de una u otra forma, he permitido que me enseñen a enfrentarme con lo peor o lo mejor de mí, y aprender de mis oportunidades de crecimiento.
Hay amigos en el camino de mi vida con quienes compartí muchas vivencias y momentos de alegrías y solidaridad. Me divertía en cierta forma y la pasaba bien la mayoría de veces. Pero todos vamos cambiando, a uno u otro ritmo, y hay veces que la vida misma nos lleva por rumbos diferentes y ya uno no se ajusta a donde antes se sentía cómoda. Toca tomar decisiones y seguir adelante; porque ser coherente me ha enseñado, entonces, a separarme de quien no suma, sin ofender, y a seguir de manera incondicional para cuando pueda apoyar.
Aquella pareja con la que viví momentos muy felices en todo sentido por un tiempo, pero llegó un momento en que lo exterior fue más importante que su sentir interno y todo cambió. Así como mi corazón quedó en pedazos, con el tiempo, mucho trabajo interno y tomada de la mano de Dios, comprendí y entendí muchas cosas. Aprendí que lo que más añoraba era todo eso bello que habíamos vivido y compartido, no era a esa persona, sino lo que viví con esa persona; hoy puedo decir que fue una gran maestra de mi existir, a quien siempre le he deseado felicidad y lo mejor en su vida.
Los cercanos, familia o amigos, personal que está trabajando para uno, y que considero que allí han estado y que seguirán con el respeto y el cariño que, supuestamente, ha sido recíproco, aunque no siempre es así en la vida real; muchas veces, la mayoría de ellos, que son los que conocen las fortalezas y debilidades de uno, cuando pueden o es el turno para conseguir lo que desean, sacan lo peor de ellos para traicionar de forma elegante y sacar a luz su soberbia o su ego. Claro, en el momento y mientras se aprende de esas experiencias, toda el alma se desestabiliza y la energía cambia, pero es allí donde es importante conectarse y aprender de las vivencias y las emociones sentidas. ¿Cuántos maestros pasan y pasan a nuestro lado durante nuestro recorrer de la vida?
Estoy segura de que, si sigo buscando ejemplos, encontraré muchos más, pero a lo que quiero llegar con algunos de los ejemplos, míos o de alguien más, es a transmitir que he aprendido que todos aquellos que más nos exigen o desestabilizan, es porque ven algo grande en uno. Todos aquellos que dejamos que nos pongan de mal humor o elegimos, sin saberlo, que nos saquen de nuestro centro, es porque algo tenemos que aprender de ellos y así ampliar nuestra madurez emocional y nuestras convicciones.
Cada persona que llega a nuestra existencia es para algo. Es un maestro especial que recibimos con dedicatoria de parte del universo para nuestro crecimiento emocional. Nadie pasa de largo sin dejarnos algo para que el alma aprenda. Aprender a verlo así no es nada fácil y, muchas veces, no lo logramos ver ni sentir como el universo nos lo manda, porque nos encontramos en el pozo de la desesperación y no nos es posible ver la luz; nos llenamos de ansiedad, de pensamientos que le dan la vuelta y vuelta a lo mismo, y no nos gusta desconectarnos para empezar a sentirlo de otra forma. ¿Por qué tampoco aceptamos que podemos recibir y pedir una ayuda profesional? Y, no digamos, si a Dios lo dejamos a un lado en vez de permitir que nos ponga en una piedra firme y nos saque de ese pozo cenagoso.
Finalmente, así como podemos aprender y recibir grandes mensajes observando la naturaleza y su entorno, también aprendemos con las personas que dejamos que nos saquen de nuestro centro, y que se vuelven, si así lo elegimos, en grandes maestros de la vida, de mi o de su vida. ¿Lo puede ver y comprender de esa manera? Gracias doy a tanto maestro y maestra que la vida me ha dado, en esta mi emocionante y aventurera vida, y estoy segura de que aún habrá más mientras viva.