La pregunta puede ser muy obvia porque, desde luego, usted al igual que yo y muchas personas en este país consideramos que Guatemala está en la calle de la amargura en materia de corrupción.
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Los efectos de la corrupción los enfrentamos todos los días, todas las personas que habitamos este hermoso país y en cada uno de sus bellos rincones. Lo más contradictorio que nos toca vivir es que por un lado tenemos un país tan hermoso, con personas capaces y trabajadoras, honestas y con deseos de superación y desarrollo; y, por otro lado, tenemos una clase política corrupta, apoyada por algunos actores, que se encargan de bloquear el desarrollo.
No es posible que la crisis que se generó por el colapso del colector en Villa Nueva no sea visto como resultado de la irresponsabilidad e ineptitud de autoridades políticas (a nivel central y municipal) que no están interesadas en las necesidades de la población.
Esto que se está viviendo en este sector es reflejo de que la corrupción tiene costos e impactos en nuestras vidas. Una de las principales carreteras del país y entrada a la ciudad, que, además, sirve como vía de conexión de varios municipios importantes del departamento de Guatemala, y vía principal que conecta la ciudad con departamentos del sur del país.
El colapso del colector ha causado que las personas “sufran” en un inhumano tráfico, con el impacto que esto tiene en la calidad de vida, levantándose de muy madrugada, regresando muy entrada la noche, aguantando hambre, gastando más gasolina de lo que usualmente gastan (con el incremento en el precio del combustible), son incalculables los costos personales, familiares y comerciales que está causando esta situación.
Imagine usted que, por un lado, el colapso del colector radica en principio en el descuido y la falta de mantenimiento, a su vez, con la irresponsabilidad de no planificar ni construir infraestructura subterránea que se ajuste al crecimiento poblacional y urbano.
La corrupción en este caso se evidencia en que las autoridades, sin informes ni información técnica sobre lo que estaba sucediendo, deciden de manera improvisada utilizar “lodocreto” para “tapar” y “solucionar” el problema. La mágica solución terminó complicando la situación porque el material que utilizaron se desvaneció e hizo más grande el famoso “hundimiento”.
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La responsabilidad de las actuales autoridades está precisamente en que toman decisiones que tienen implicaciones de millones de quetzales y lo hacen de manera improvisada, “chapuceando”, tirando el dinero sin ninguna justificación, porque el problema no se resolvió. Las autoridades aún no tienen los estudios técnicos ni tampoco la solución.
Indudablemente, tenemos problemas no solo con las autoridades que sin visión y horizonte estratégico se dedican a ver de qué manera, a través de obras, contratos y otros mecanismos, logran sacar dinero del erario y llevárselo a sus bolsillos. Descaradamente, en algunos casos, buscan desvirtuar e instrumentalizar la religión para ampararse en explicaciones “divinas” cuando las explicaciones muestran que los problemas son causados por la corrupción, promovida por actores políticos y privados.
La situación de la infraestructura en todo el país es pésima, las condiciones de las carreteras y los caminos tienen impacto en las personas, las familias y el desempeño de la economía. Las carreteras están llenas de baches, descuidadas, sin señalización, en completo abandono. ¿Qué opina usted?