El pasado sábado estaba invitada a una celebración a la que, al principio, creí que no iba a ir porque, para mí, mis fines de semana son sagrados para salir corriendo a la naturaleza, tal como le comparto en mis videos que hago por mis lares preferidos, pero luego decidí que sí quería ir y fui. Fui flexible en mi decisión. Me organicé con mi amiga Claudia para irnos juntas y todavía le dije que si me quiero regresar antes, tomo un Uber y ya, pero qué si nos quedamos casi hasta el final, la pasé superalegre.
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Había llovido toda la mañana y los días anteriores. Nunca había ido a la casa de Diana, pero Claudia me dijo que, además de ser superbuena anfitriona, siempre se la pasaba lo máximo y, en sus grupos, juntaba solo personas afines. ¡Qué importante es esto último! Y, efectivamente, así fue. Me fui a encontrar con un montón de personas de mi infancia y de la famosa cuadra donde crecí. Qué lindo fue reencontrarme con vecinos que llevaba una buena tanda de años de no ver y mucho menos de platicar con ellos. Charlas largas y tendidas para ponernos al día de tanto evento que nos ha ocurrido en nuestras vidas. Papás y hermanos que ya se nos han adelantado, nostalgia de algunos papás que todavía viven, actualizarnos de cómo están nuestras familias y los éxitos de nuestros hijos, en fin, charlas superamenas acompañadas de muy buenos recuerdos con risas, una deli comida y, como dicen, restableciendo datos.
Cuán importante es aceptar, simplemente, que la edad es un número biológico que va sumando año con año, hasta que nos paran la cuenta con ese viaje de regreso a nuestra Casa Celestial. Viaje en el que no tenemos ningún tipo de control y sé que no tiene ni atraso en hora ni mucho menos en día. Y eso es lo maravilloso de vivir y disfrutar cada momento, el presente de manera consciente, que cada experiencia nos pueda permitir sentir una o varias oportunidades de crecimiento que tengamos para aprovecharla y crecer tomados de la mano de Dios.
Puedo decir que aprendí de mi papá, que se nos fue de romplón a los 96 años en 2017, con una mente brillante, con una actitud tan positiva y animado siempre, un empresario recto y honesto con una trayectoria intachable, que la edad se siente por dentro, no por fuera. Y así es la vida, prepararse y crecer por dentro para que nuestro exterior sea luz, y salga la belleza llena de sensibilidad que podamos tener y expresar libremente.
Me acuerdo que siempre me decía que todo estaba en la cabeza, que todo pasaba conforme a los pensamientos que tuviéramos y la reacción a las emociones que estos provocaran, y usted, ¿qué opina de esto? ¿Lo cree? ¿Lo aplica a su vida? Definitivamente, mi papá sí que fue un hombre muy sabio e intuitivo, dio pasos que a muchos nos han servido de ejemplo, pues su caminar de vida siempre fue con una misma dirección de manera coherente.
Regresando al tema de la edad, acabo de cumplir mis 66 abriles y es cierto, el cuerpo ya no responde de la misma manera que hace 30 o 40 años, pero ahora acepto que ya no se trata de tanto aguante en las actividades físicas, sino, más bien, de tener esa búsqueda constante del ser interior, de centrarse en tener amor propio y aprender a ser mi mejor amiga. No es que se aísle, no es que deje de compartir, es simplemente aprender a estar y gozarse usted con usted misma o mismo, y también de tener alegría con ciertos personajes en su vida que usted elija que la o lo acompañen. Disfrute el hoy, disfrute el presente y regálese tiempo a solas con usted.