De pequeña solía ir con mis hermanos a los parques. Crecimos en la zona 1 e íbamos casi todas las tardes al parque San Sebastián, Isabela Católica o al Morazán. De vez en cuando nos extendíamos al Hipódromo -aunque sentíamos que era una larga caminata. La pasábamos muy alegres, hicimos amistades, disfrutamos de la naturaleza y jugábamos por varias horas. Una época que hasta solíamos intercambiar estampas para hacer los álbumes como “El Mundo, el Hombre y sus Huellas” y “el Universo Maravilloso”.
Sin embargo, también visitamos muchas veces los parques en La Antigua. El más bonito es el parque Central de la Antigua Guatemala. Varios fines de semana pasamos en esta ciudad y siempre daba mucha emoción ir al parque, correr a su alrededor, admirar la fuente y de vez en cuando comprar una que otra golosina.
El parque de La Antigua es muy particular. Cuando lo visito me da una sensación de paz y alegría. Durante la Semana Santa las flores están hermosas, especialmente las jacarandas. Es un placer recorrerlo y luego sentarse en una banca a observar y contemplar a todos los que están alrededor. Hay personas de todas las edades, distintas etnias y procedentes de varios lugares y países.
Conviven unos con los otros en armonía y es muy divertido. Los niños juegan, los jóvenes se juntan con sus pares y parejas, y, los adultos y ancianos disfrutan conversando y leyendo. Lo más bonito es que, aunque no se conozcan, rápido entablan conversación, se ponen al día con historias locales y comparten las noticias del vecindario. La comida que se ofrece en el parque es particular: los algodones, los helados, los dulces, semillas (en especial manías y habas), refrescos, y hasta café. Cerca hay varios restaurantes, museos, iglesias y tiendas que hacen el parque más atractivo.
Me encanta observar las familias enteras pasearse por el parque, los niños juegan con el agua, les dan de comer a las palomas, corren alrededor y sus padres sonríen con gran gozo. Rápido salen los celulares para tomarse fotos y guardar aquél recuerdo maravilloso. Siempre aparece el fotógrafo que busca la foto instantánea para un recuerdo impreso.
Más de algún predicador anda con su biblia. Algunos con mayor o menor audiencia, pero su pasión y determinación es incansable. También frecuentan el parque pocos jóvenes que lustran zapatos; buenos lustres. Aunque como me dijo uno de ellos -ahora con los tenis se nos ha ido para abajo el negocio. Allí también venden artesanías y cualquier artículo que atraiga al visitante, como buenos empresarios siempre innovando.
Me agrada hablar con los comerciantes. Muchos vienen de pueblos cercanos y otros desde lejos, todos buenos vendedores. Ahora se ha puesto de moda los sombreros, se ven varios acarreando decenas de estos sobre su cabeza para vender. Las pulseras, los manteles, las joyas de plata y jade, ronrones, lagartijas de esponja, las vejigas y hasta imanes para llevarse de suvenir típico. De vez en cuando hay mercadito entonces fluye más gente.
Del parque al Acro de Santa Catarina hay un pequeño trecho. Muy agradable caminar y ver como existe el deseo de guardar en una foto ese momento de alegría. Posiblemente sea uno de los lugares en Guatemala con mayor popularidad para fotografiarse. Una calle llena de vida vestida de ruinas, restaurantes, cafés, galerías de arte y tiendas todo con un curioso toque antigüeño. Es muy bonito atravesar el arco caminar y voltear a ver, ¡se impone el volcán de Agua en la vista!
Avanzar a la Iglesia de la Merced es obligatorio. Mucha gente, en gran parte extranjeros buscan la comida típica, los frescos locales y las golosinas guatemaltecas. Todos muy amables. En particular, busco a doña Flory, quien por muchos años ha tenido un pequeño puesto de comida. Es la señora de lo elotes asados quien junta con su hija Maura mantuvieron su negocio a pesar del COVID-19.
Ingresar a la iglesia es edificante. Visitar a San Antonio, San Judas Tadeo, distintos santos y a la Virgen es místico. De último busque al Nazareno con su mirada profunda, y si usted es católico, encuéntrese con el santísimo. Un lugar maravilloso para rezar, meditar y agradecer.
Lo que la gente inconscientemente disfruta en los parques es la sana convivencia y la paz. Hay una sensación de seguridad ciudadana que permite a las personas sentirse libres para recrearse. Y a pesar de haber poca policía, se percibe tranquilidad, felicidad y respeto.
Aún disfruto los parques en las ciudades, me gusta recorrer desde la plaza de la Constitución hasta los jardines más grandes del mundo. Son un punto de encuentro de los ciudadanos en un territorio común donde cada quién disfruta y cuida lo público.
Es muy importante que en la planificación urbana sean siempre incluidos los parques. En los municipios siempre se encuentra un parque central, unos más bellos que otros. Esto depende del compromiso de los vecinos y la comuna de mantenerlos limpios, que sean espacios seguros y que se respeten reglas mínimas de convivencia para que todos los disfruten. ¿Cuál es su parque favorito? ¿Qué en lo que más le gusta? ¿Necesitamos más parques en Guatemala?