Iba camino al Puerto sobre la autopista, ya habíamos pasado Escuintla, han de haber sido tal vez como las 4 de la tarde cuando, platicando y compartiendo la ruta con mi hijo, en mi ser sentí querer hablar con mi papá para saludarlo y contarle cosas de la vida y de ese día. Nuestra conversación fue con el speaker del carro, por lo que Santiago todo el tiempo la oyó. Luego de unos minutos platicando con él, como lo hacíamos todo el tiempo, me preguntó, le pregunté, me contó preocupado sobre una plática que había tenido en la oficina con alguien y tuve un gran sentimiento en mi corazón, lo sentí muy triste.
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Cuando colgué la llamada, le dije a Santiago con lágrimas en los ojos y un fuerte sentimiento de tristeza en mi corazón: “No sé si estoy lista para el día que mi papá se muera”, mis lágrimas no dejaban de salir de mis ojos. Tuve una sensación muy fuerte en mi corazón. Unas horas después, me estaba llamando mi hermana para decirme que le había dado un ataque cerebral fulminante a mi papá y que se lo habían llevado totalmente inconsciente al hospital.
Esa última llamada que tuve con él representó muchísimo para mí. Agradecimiento por siempre haber tenido una excelente comunicación con él. Si con alguien platicaba con mucho respeto y de todos los temas habidos y por haber, era con él. Sé que siempre platicábamos en la misma frecuencia, como le llamo yo, porque hablábamos de todo y con el respeto que cada uno merecíamos. Además, que las pláticas con él eran muy enriquecedoras por lo sabio que fue. Esa última llamada donde pude oír su preocupación y desprecio hacia las personas y entidades que tanto daño intentaron hacer a toda una vida de su trabajo y donde algunos quisieron dañar su nombre y todo su éxito como profesional honesto, responsable y trabajador sencillo y humilde para con su prójimo. Palabras que siempre expresaba por ese daño que algunos planearon para desestabilizar la economía de Guatemala y, por supuesto, otros estrategas de guante blanco que querían sacar su tajada y planear cosas bajo la mesa, pero poniendo a otros a dar la cara, que pueden manipular fácilmente para salirse con la suya. Pero como dijo el filósofo y científico griego Tales de Mileto: “Lo más sabio es el tiempo, porque esclarece todo”.
¿Cuántas veces hemos hecho llamadas sin saber que será la última? Cada vez que hablamos con alguien, ¿decimos lo que realmente queremos decir o dejamos para después algo, sin saber que puede que ya no haya ese después? Aprender a vivir el presente de forma consciente es realmente una constante de no dejar para mañana lo que podamos decir y hacer hoy. Podemos pensar y sentir lo que queramos en cualquier momento, pero decir y hacer… es importante decir y hacer en el momento que lo deseamos, no dejarlo para después. No se quede nunca con ese sentimiento de “¡Ay, se me olvidó decirle tal cosa! Se lo digo después…”, puede que ese después nunca llegue. La felicidad está en los pequeños detalles y hay que expresarlos cuando se sientan, no para cuando las circunstancias estén. Todo se expresa cuando se siente, no para después.
En fin, hoy honro a mi papá en sus cinco años de haber volado al más allá y sabiendo que mi última llamada con él fue completa y donde pude sentir e intuir en mi corazón su próxima partida, así de identificados estábamos. Puedo decir, con mucho orgullo, que mi comunicación con él fue siempre cercana, desde que tengo uso de razón, él y yo fuimos muy unidos, muy identificados y hasta me decía que, de sus hijos, yo era la que más se parecía a él en la forma de ser, mensaje que guardo en mi corazón porque sé que así es y eso es lo que me hará seguir su camino de rectitud, de siempre dar la cara, de esa honestidad y transparencia que a muchos les falta hoy en día, y de saber decir de frente todo, aunque haya sido en mi última llamada con él, donde su luz me deja un gran ejemplo de vida.