Las cosas en el país para la democracia no pintan muy bien y los últimos acontecimientos lo demuestran con mucha contundencia. Entramos en una espiral regresiva que está destruyendo de manera acelerada los avances que habíamos alcanzado en este período de consolidación democrática.
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Una noticia desalentadora vino a agudizar la crisis de la democracia y de la independencia del sistema de justicia. El juez Miguel Ángel Gálvez renunció al cargo de juez, salió del país, engrosando la lista de exiliados que están fuera de nuestras fronteras porque fueron perseguidos, acosados o amenazados.
Miguel Ángel jugó un papel de primer orden en el Juzgado de Mayor Riesgo “B”, principalmente en la lucha contra la corrupción e impunidad, así como en procesos del crimen organizado y los procesos de justicia transicional relacionados con el conflicto armado interno. La justicia y la verdad en el país le deben mucho a Miguel Ángel porque él siempre trabajó para que en los casos prevaleciera y se alcanzara, precisamente, la verdad y la justicia.
No hay que darle más vueltas a las cosas porque esto es producto de una institucionalidad cooptada por mafias político-criminales, que tienen el control de las instituciones y se dedican a implementar todas estas estrategias de persecución, represión y hostigamiento.
Estas acciones han generado condiciones para que hablemos, como indica Andy Javalois, en una columna en la que realiza una síntesis de un año que no concluye, de que tenemos un sistema de justicia debilitado y sometido. Un Poder Judicial que pareciera ser más un ente encargado de afectar y minimizar el ejercicio de las libertades humanas, que precursor de la justicia.
De igual manera, Javalois menciona que tenemos un Poder Legislativo que emite legislación que poco o nada tiene que ver con el bien común, aunque sus iniciativas y leyes comúnmente buscan favorecer, únicamente, a unos pocos. Y un Poder Ejecutivo que más parece obedecer a caprichos anárquicos y espurios que representar los intereses estatales y la unidad nacional.
Tenemos que poner un basta ya de tanto abuso, descaro, un basta ya porque estas acciones nos están robando el futuro, la posibilidad de construir un país de oportunidades en el que se encuentre empleos dignos que brinden calidad de vida.
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Usted puede pensar que todas las cosas que pasan en el ámbito político, con la democracia, con el sistema de justicia no le afectan a su vida, porque muchos argumentan que cada día tienen que salir a trabajar y que prefieren concentrarse en eso y no en política, en el mejor de los casos cuando se tiene empleo. El costo de la indiferencia, la apatía, el desgano y la desesperanza que prevalecen en la sociedad es bastante alto para nuestro futuro.
En este contexto de regresión democrática, cooptación de la institucionalidad y un sistema de justicia debilitado y sometido, me recordé de la famosa fábula de la “rana y el agua hirviendo”, que cito a continuación:
“Una rana saltó un día a una olla de agua hirviendo. Inmediatamente, saltó para salir y escapar de ella. Su instinto fue salvarse y no aguantó ni un segundo dentro. Sin embargo, otro día, esa misma olla estaba llena de agua fría. La rana saltó dentro y se quedó tan tranquila en su charca. Poco a poco, el agua se fue calentando y el agua, antes fría, ahora era agua templada. Pero la rana se fue acostumbrando, allí seguía, nadando plácidamente en ella. Tiempo después, poco a poco, el agua fue subiendo de temperatura hasta hervir. Llegó a estar tan caliente que la rana murió de calor. La rana no se había dado cuenta, pues se había acostumbrado al calor”.
Sin duda, esta fábula nos hace reflexionar sobre las implicaciones y los riesgos que tiene el acomodarse y el acostumbrarse, perdiendo la esperanza con una lamentable desilusión, así como el sentido crítico para analizar lo que está sucediendo en el país.