Hoy empiezan los cuartos de final de la Copa del Mundo con partidos fascinantes en los que veremos, por un lado, a la “Canarinha” o también conocida como el “Scratch Du Oro” enfrentando a una aguerrida Croacia que buscará hacer historia.
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Por otro lado, tendremos a la albiceleste de la mano de Messi buscar colarse a la semifinal y para eso tendrán que derrotar a la selección de los Países Bajos en un juego que, sin dudas, estará lleno de muchas emociones y, ojalá, muchos goles. Mi corazón desea que América, representada por las dos selecciones de la Conmebol, logren su pase y se enfrenten en una semifinal histórica.
En medio de los goles, los tiempos extras, las tarjetas, las faltas, los fuera de lugar, las decisiones controversiales del VAR, los gritos, las lágrimas y alegrías que nos está dejando el Mundial, vale la pena empezar un balance sobre lo que nos está dejando este 2022.
No es fácil hace un balance de un año que ha sido políticamente intenso, que se acerca a esa mezcla de sentimientos que se generan como cuando caen esos goles de último minuto que cambian la historia de los partidos.
En este caso, lamentablemente, las redes político-clientelares vinculadas con militares retirados, narcotráfico y crimen organizado, que tienen cooptada la institucionalidad pública y además están siendo respaldadas por algunos sectores no democráticos del sector empresarial, nos están goleando y sacando del campeonato de los países democráticos.
Esto se evidencia con un agresivo desmantelamiento de la institucionalidad democrática que está alimentado por una corriente regresiva en materia de derechos humanos. Instrumentalización de las instituciones del sistema de justicia para perseguir, desacreditar y amedrentar mediática, política y judicialmente a la oposición, fiscales y jueces independientes, líderes comunitarios y de sociedad civil, periodistas y medios de comunicación, lo que se ha convertido en la norma.
El resultado de estas nefastas acciones que están destruyendo la institucionalidad democrática genera escenarios desalentadores para las personas que son víctimas de estos ataques, en los cuales solo les queda enfrentar la cárcel, sufrir una persecución indiscriminada, salir al exilio o morir. Esto no es libertad, Estado de derecho ni mucho menos democracia.
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Por ello, es preocupante que además de unas caídas significativas en todos los índices que miden la democracia en los países, en los que nosotros nos ubicamos en posiciones realmente preocupantes, también esta dinámica se evidenció en los índices que reflejan la situación de desarrollo social. Estos índices muestran que Guatemala ha entrado en una espiral nefasta que está haciéndonos retroceder en muchas dimensiones, condenándonos así a un futuro poco esperanzador.
Evidentemente, esta dinámica es resultado de las decisiones que han tomado gobiernos corruptos dedicados a robar, con políticos que olvidan que la política y los puestos públicos están para servir y no para servirse. Este gobierno, en especial, no se salva, sino que está buscando estar en los primeros lugares.
Estamos en el medio tiempo del partido, vamos perdiendo como país por goleada, porque, con trampas, ilegalidades y corrupción, estas redes político-clientelares están destruyendo la institucionalidad democrática. Sin embargo, tenemos la oportunidad de conversar en los camerinos, replantear las estrategias y el planteamiento que nosotros, el equipo que le apostamos a la democracia, tendremos en el segundo tiempo del juego que salir a ganar el partido para que la democracia, el desarrollo económico, el humano y el social prevalezcan en nuestro país. ¿Se integra al equipo? ¿Juguemos en el equipo de la democracia? Yo me pongo la camisola, ¿y usted?