El Tribunal Supremo Electoral (TSE) hoy estará dando el banderazo de salida para la competencia y así, una vez más, daremos inicio a un nuevo evento electoral en el que tendremos que asistir a las urnas para elegir a las representantes que nos gobernarán por los próximos cuatro años.
PUBLICIDAD
La elección, más allá de verla como un evento mecánico y procedimental, representa, desde mi perspectiva, una oportunidad valiosa para el país, aunque el pesimismo y el desgano, en muchos de los casos, terminan configurando un escenario desalentador, porque se percibe que las elecciones traen más de lo mismo.
La indignación, el desgano, el desinterés y la apatía alimentan esta sensación de desilusión y desesperanza. Las elecciones no representan en estos casos cambios ni oportunidades. Esto está principalmente alimentado porque, a pesar de que cambian de logos canciones y colores, siempre aparecen las mismas caras. Es una de las grandes paradojas de nuestro sistema electoral y de partidos políticos porque aparentemente “cambia todo para que las cosas sigan igual”.
Estos sentimientos están siendo alimentados por una campante y descarada corrupción que alimenta un deterioro institucional y la precarización en la prestación de los servicios públicos. La institucionalidad cada día es más ineficiente y no puede dar respuesta a las necesidades y demandas de la mayoría de la población.
Por si fuera poco, los altos niveles de corrupción vienen acompañados por una corriente regresiva en materia de derechos humanos e institucionalidad democrática, que está carcomiendo el Estado de derecho y la débil democracia que habíamos logrado construir en estos casi 40 años y que está siendo sostenida por un proceso de cooptación de las instituciones, que las está destruyendo y acercándonos a un régimen autoritario.
En gran medida, los elementos que aglutinan a las redes políticas, corruptas y clientelares, especialmente en eventos electorales, es salir a buscar el apoyo del electorado, cueste lo que cueste, y lograr de esa manera continuar con el “status quo” que les brinda las facilidades para seguir con los negocios corruptos y además un manto de impunidad que los protege de sus acciones.
Estas redes están dispuestas a montar millonarias y clientelistas campañas electorales en todo el país. No escatiman esfuerzos para utilizar recursos públicos, a través de la corrupción, recibir dinero ilícito, incluso también lícito, que les permita implementar esas agresivas campañas electorales. Por ello, el electorado debe ponerle mucha atención al financiamiento que están recibiendo las organizaciones políticas.
PUBLICIDAD
Recuerden que no hay almuerzo gratis y que nuestro sistema de partidos políticos se ha caracterizado por sostenerse bajo un modelo de financiamiento partidario en el que las organizaciones políticas terminan doblegando sus agendas ante los intereses privados de los financistas, sean estos externos o del mismo partido, dejando por un lado la agenda de los intereses públicos, a los que deberían representar.
No les interesa fortalecer democráticamente las instituciones, que estas tengan los recursos y la capacidad de brindar servicios públicos de calidad en educación, salud y otras áreas, mucho menos el desarrollo y bienestar de la sociedad. Ven y utilizan a las instituciones públicas para lograr sus intereses privados.
Por ello, es importante que los votantes meditemos y reflexionemos sobre el voto que iremos a emitir en junio. Que investiguemos y conozcamos a los partidos, quiénes son sus candidatos, que cuestionemos de dónde provienen los recursos que utilizan en las campañas clientelares, que analicemos las ofertas y los programas de gobierno que nos presentarán, para que no nos den atol con el dedo. ¿Qué opina usted? ¿El proceso electoral es una oportunidad o es más de lo mismo?