Estamos a menos de cuatro semanas de las elecciones para elegir el binomio presidencial y el ambiente que se vive en Guatemala es realmente muy tenso. Definitivamente, para todos fue una gran sorpresa que el partido Movimiento Semilla pasara a la segunda vuelta. Y, como me dijo un amigo, “el gobierno actual no lo vio venir”. Ante 23 opciones en la primera vuelta, los guatemaltecos elegimos dos binomios. La mayoría de la población se está cuestionando por cuál de los dos votar en la segunda vuelta, ya que entre ambos suman 28% de los votos válidos -con una participación del 60%-. Es importante resaltar que las distintas autoridades han reafirmado su compromiso con la democracia, el Estado de derecho y el apoyo al Tribunal Supremo Electoral para la celebración de la segunda vuelta, aunque continúa el caso penal contra el partido Movimiento Semilla, lo cual genera incertidumbre y presión.
Hay señales claras que nuestra democracia está débil. “La democracia no es solamente una forma de gobierno, es principalmente una forma de vivir, una filosofía de vida”, señalaba Franklin D. Roosevelt. Sin embargo, pareciera que la mayoría de los guatemaltecos participan poco en temas de política pública y mucho menos en la política partidaria. Muchos creen que opinando y criticando en las redes sociales e ir a votar es suficiente. Sin embargo, Nelson Mandela decía que “la democracia no es solo votar en elecciones, es involucrarse en la toma de decisiones y contribuir al bien común”.
Por lo tanto, para fortalecer nuestra democracia, se requiere en primera instancia de la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas. Fundamental la garantía del Estado de derecho para asegurar igualdad ante la ley y protección de los derechos individuales, así como el respeto a los derechos humanos de todos los ciudadanos. Además, se necesita transparencia y rendición de cuentas en la gestión gubernamental, pluralismo y libertad de expresión para promover una diversidad de opiniones, independencia del Poder Judicial para mantener la imparcialidad, descentralización y subsidiariedad del Estado e igualdad de oportunidades para todos. La protección de la privacidad y los datos personales en el contexto digital actual es imperante. Estos principios son esenciales para asegurar una sociedad justa, equitativa y libre, donde el poder se ejerza de manera responsable y en beneficio de toda la comunidad.
El combate contra la corrupción ha sido utilizado repetidamente como un lema político para ganar apoyo y dirigir acusaciones. Sin embargo, es evidente que la mera persecución penal no ha logrado resolver este grave problema. De hecho, se percibe que la corrupción continúa en aumento y los recursos económicos no se convierten en beneficios para los ciudadanos, especialmente los más necesitados. Enfrentar la corrupción requiere un enfoque integral y coordinado en múltiples niveles, ya que socava la confianza en las instituciones, debilita el Estado de derecho y obstaculiza el desarrollo económico y social del país.
Para ir erradicando la corrupción en el corto plazo, se deben implementar medidas rápidas y efectivas, como la creación de una línea de denuncia anónima, la revisión de contratos y licitaciones, auditorías externas, eliminación de trámites burocráticos innecesarios, capacitación en ética, integración de tecnología, incentivos a la denuncia y cooperación internacional. Estas acciones deben ser respaldadas por el compromiso político y acompañadas de reformas estructurales a largo plazo para fortalecer las instituciones democráticas y prevenir futuros casos de corrupción. No es tarea fácil y debería ser un compromiso de todos los órganos del Estado.
En tiempos de crisis política en Guatemala es común que la población se reúna en diferentes grupos para buscar soluciones. No obstante, el verdadero desafío radica en transformar esa inquietud y deseo de acción en una participación constante y comprometida. Estas situaciones me hacen recordar las reflexiones de Alberto Mansueti en su libro “Las leyes malas”. En esta obra ofrece una valiosa crítica sobre las actitudes y mentalidades arraigadas en la sociedad, especialmente entre la clase media, al exponer 12 clichés que, lejos de ser inofensivos, se convierten en obstáculos significativos para el progreso y el desarrollo de una sociedad democrática y próspera.
El primero “Aquí va a pasar algo”, infunde la idea de cambios automáticos sin acciones concretas. Luego, el simplista “Tiene que haber un cambio” es una mera expectativa sin medidas claras para lograrlo. Además, el perjudicial “Esperemos a tocar fondo” fomenta la inacción ante situaciones problemáticas. Sumado a esto, el clásico “Tenemos que hacer algo”, que carece de especificidad en las acciones a tomar. También, el equívoco “Todos los extremos son malos”, evadiendo evaluar la validez de cada extremo. El ingenuo “No seamos negativos”, que desalienta la crítica y el pensamiento crítico.
Asimismo, el simplista “Todos tenemos derecho a opinar”, obviando el valor y fundamentos de las opiniones. El relativista “Nadie es dueño de la verdad”, negando la existencia de verdades objetivas. El paralizante “El problema es muy complejo”, desestimando la posibilidad de actuar ante desafíos aparentemente difíciles. Adicionalmente, el utópico “El socialismo es bueno en teoría”, ignorando sus resultados históricos. El erróneo “Todas las teorías son buenas”, sin discernir su potencial dañino. Y, por último, el más perjudicial “La política es sucia”, excusándose para evadir la participación y la responsabilidad ciudadana.
Para fortalecer y salvar la democracia, se necesita más que manifestaciones y paros. Es esencial contar con equipos técnicos competentes, funcionarios éticos y una participación ciudadana constante. Debemos trabajar unidos y complementarnos. La transparencia, la rendición de cuentas y la ética en el servicio público son fundamentales para lograr un cambio positivo en la sociedad. Además, la división de poderes, con un sistema judicial independiente y un Congreso representativo, es crucial para garantizar un equilibrio y control en el ejercicio del poder y asegurar la protección de los derechos ciudadanos. La democracia requiere acciones concretas de todos los ciudadanos para construir un futuro democrático y próspero. ¿Por dónde iniciamos? ¿Cómo lograr la participación ciudadana de forma constante? ¿Estamos cerca de perder la democracia?