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Aquí les presento dos maneras de enfocar la dignidad. Por un lado, los 48 Cantones de Totonicapán y el movimiento inspirado desde su liderazgo. Gente digna no dispuesta a bajarle la cabeza a los corruptos ni a permitir que sigan destruyendo el país. Gente digna que duerme en los sitios donde se manifiesta o bloquea, desafiando la lluvia, el frío y al poder, con tal de no cejar en exigir que se respete la voluntad popular. Gente digna que hizo posible que la apatía aparentemente incurable se terminara.
En contraposición a ellos, la dignidad soterrada. La no dignidad. El comportamiento indigno. La deshonra.
Me refiero, obviamente, a Consuelo Porras, Rafael Curruchiche y Freddy Orellana. No logro entender cómo viendo ese repudio nacional que generan, incluso entre guatemaltecos en diferentes partes del mundo, sigan tan campantes como que si no pasara nada. Eso va más allá del cinismo y raya en la más abominable maldad. Especialmente, por ese caos tan peligroso que causan. De dignidad no les queda nada. Solo el miedo a las represalias de aquellos a quienes protegen explica, de algún modo, que no hayan salido huyendo. Ha de ser horrible ver un país movilizado tan espontáneamente para exigir que uno se vaya. No se lo deseo a nadie.
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El arzobispo metropolitano, Gonzalo de Villa, me hizo el día el viernes 7 de octubre. Su comentario en cuanto a la resolución de la Corte de Constitucionalidad sobre la consulta de competencia planteada por el TSE fue claro: “Quisieron quedar bien con Dios y con el diablo”. Pero lo mejor fue cuando contestó a la pregunta de si la Corte había quedado mejor con uno que con otro: “Con Dios no quedó bien la CC. Y tal vez tampoco con el diablo. Además, hay que recordar que mal paga el diablo a quien bien le sirve”. Considero que son palabras proféticas. No fue lo único que dijo. Sus frases fueron oro puro, de principio a fin. Añado esta cita: “Las movilizaciones reflejan un hartazgo en amplios sectores de la sociedad con la manera en que el Estado ha manejado el proceso electoral, tratando de interferir y de adulterarlo. Esto trae consigo que la poca democracia que tenemos se esté perdiendo”.
No la perderemos, Monseñor. La gente no lo permitirá. La gente ya salió en defensa de esta democracia que unos pocos quieren robarse. Un movimiento de semejante magnitud, ni siquiera en 2015 se dio. Lo de hoy es mucho más fuerte. Karla Marroquín, editora de Patrullaje Informativo, lo describió así: “Es el 44 de los 48”.
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A esta hora del domingo ya se registran incidentes lamentables debido a la situación por la que atraviesa Guatemala. Algunos han sido públicos, otros no. Que nadie se pierda. Los verdaderos responsables de esto son los que han arruinado al país en función de sus pútridos intereses. Léase los corruptos. Esto abarca a todos los que se han prestado a suciedades en los tres poderes del Estado, así como en el Ministerio Público. Que nadie se equivoque. Cualquier tragedia que ocurra va por cuenta de ellos, no de quienes reaccionaron a la agresión.
Por años se les dijo que esto iba a terminar así; que tarde o temprano la indignación saldría a flote. Todavía quedan varios ciegos que se niegan a aceptar lo que ya es imparable. Lo único que puede lograrse ahora es evitar escenarios cruentos. De eso aún estamos a tiempo. Los daños, la sangre, el desabastecimiento, los contratiempos, las molestias y, sobre todo, los muertos de esta crisis serán responsabilidad de Consuelo Porras, Rafael Curruchiche y Freddy Orellana. Y también de Alejandro Giammattei. Y de sus cómplices. Que nadie se pierda ni se equivoque en tal sentido. Que nadie pretenda tapar el sol con un dedo. Que nadie se preste a hacerle el juego a quienes no han tenido piedad con el país.