Hace más de cuatro décadas, en una conferencia rotaria en Costa Rica, conocí a Esmeralda. Desde ese primer encuentro, iniciamos una amistad sólida y perdurable. Trabajamos juntas, servimos a la comunidad y compartimos innumerables momentos especiales en el movimiento rotario. Mientras ella formaba parte del Club Sur y yo del Centro, nuestro amor por Guatemala nos inspiró a soñar y volar, pero no solas, siempre unidas, marcando una actitud positiva hacia el futuro.
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En los años 80 organizamos con un lindo equipo la conferencia centroamericana de Rotaract (rotarios jóvenes) y fuimos agentes del cambio en una generación que buscaba un futuro mejor. A lo largo del tiempo, creamos un grupo de amigos muy especial basado en los valores y principios de los Rotarios.
A medida que nuestras vidas evolucionaron y algunos de nosotros nos casamos, Esmeralda se mudó junto con su madre, doña Carmen, a los Estados Unidos, después de completar sus estudios y trabajar en diversas organizaciones internacionales en Guatemala. Es una mujer inteligente, alegre, amigable, simpática, sabia y profundamente devota a Dios y a la Virgen María. Diría que valiente, tenaz y empoderada; cuando desea algo, nada la detiene. Amiga fiel, mujer fuerte e hija amorosa.
Su hogar en Virginia se convirtió en un refugio de amor y amistad para todos nosotros. Esmeralda ha compartido su vida con sus adorados perros de raza Akita, Yoshi, Bibi y la reciente incorporación de Titus, un encantador can de más de 100 libras. Además, su casa alberga aves, peces y una exuberante colección de plantas.
Tengo más de 20 años de ir todos los noviembres a visitarla, comer pavo y dar gracias por nuestra amistad. Esmeralda ha construido una red de amigos guatemaltecos y extranjeros en Estados Unidos que se han convertido en su familia, caracterizada por un afecto genuino y una lealtad inquebrantable.
Algunos años después de estar en Estados Unidos, falleció doña Carmen. La enfermera que la cuidaba, Amarilis, se quedó a vivir con ella junto con Leticia, su hija adolescente. Leticia emprendió vuelo y tomó su propio rumbo. Amarilis compartió un episodio doloroso en la vida de Esmeralda, cuando le pronosticaron cáncer de mama en su etapa inicial. Pasó por cirugía y tratamientos. Luego de todos los procedimientos, sus exámenes salieron bien.
Desde hace cuatro años vivía sola, ya que Amarilis, al regresar a Guatemala a ver a sus padres en San Marcos, ya no le otorgaron la visa para regresar a Estados Unidos. Vino el Covid y le tocó trabajar desde casa. La visitamos con la excusa de ponerse las vacunas; y de su cumpleaños y el de otra amiga por celebrar. Curiosamente, fuimos a comprar todas la misma blusa y muy elegantes y coquetas festejamos cerca del Potomac. Éramos la sensación las de naranja y flores en el restaurante de tapas españolas.
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En los primeros años de la pandemia, logró organizarse con sus perros, animalitos, plantas y su trabajo. Aprovechó la oportunidad para estudiar su maestría y eso le proporcionó buenos resultados en su trabajo. La ascendieron y con su nueva jefa, una alemana muy disciplinada, inició a viajar por Asia, conociendo lugares exóticos y disfrutando sus labores.
En diciembre del año pasado recibí una llamada urgente de ella. Al devolverle la llamada me contó que le habían pronosticado cáncer en el apéndice y que luego de una serie de exámenes le dirían qué procedía. Determinada ante el diagnóstico de metástasis, bastante invasivo, se puso en manos de Dios y de un doctor hindú, quien le realizó una operación de más de 12 horas a principio de este año. Luego tendría que estar en recuperación varias semanas en su casa. La pregunta era: ¿Quién la iba a cuidar?
Una amiga que conoció en un encuentro emproista (movimiento católico) se ofreció acompañarla previo a la operación y durante unos días post operatorio. Luego me apunté a tomar la estafeta la siguiente semana. Conversando con las amigas de Rotaract, se sumaron la tercera y la cuarta. Dos compañeras de colegio y una séptima integrante de Rotaract continuaron brindando apoyo. Un amigo médico fue su ángel guardián. Durante todo el tiempo, Esmeralda estuvo rodeada de cariño y atenciones, y su actitud siempre fue positiva. Amigos y compañeros de trabajo la visitaban constantemente y le llevaban comida, flores y regalos.
Un amigo guatemalteco en Estados Unidos nos proporcionó radios para comunicarnos de habitación en habitación, lo que nos llevó a nombrarnos como “Lobos 1, 2… y muchos más”. En mayo, en pleno proceso de recuperación, Esmeralda celebró su cumpleaños con alegría junto con sus amigos más cercanos en Virginia. Les expresó un profundo agradecimiento por todo el amor, esfuerzo y dedicación brindados. Momentos llenos de luz y fascinación por la salud y la vida.
Recientemente, Esmeralda nos sorprendió con mariachis para el cumpleaños de una amiga. Compartimos días de relajación y celebración. Luego de una exquisita y agradable cena, Esmeralda entregó a cada uno de nosotros una placa con la imagen de un lobo y la siguiente leyenda: “SOY UN LOBO. Actuaré y afrontaré el sufrimiento en silencio. Esperaré con paciencia como un guerrero y sobreviviré”.
Nuestros días juntos rebosaron de risas, alegría y felicidad genuina. Cada momento fue un regalo y cada gesto una celebración de nuestra amistad. Vivimos cada instante con gratitud, comprendiendo que la vida está hecha de estos preciosos momentos. Nos recordó la vital importancia de recibir cada día con alegría y positividad, así como el increíble poder de la amistad que hemos cultivado a lo largo de los años.
Esmeralda ha vuelto al trabajo con renovada energía, lista para seguir adelante durante muchos años más. El regreso de Amarilis a su hogar ha traído consigo una nueva fuente de alegría y compañía. Lo vivido ha fortalecido lazos de amistad y nos ha enseñado a disfrutar de la vida sin excusas. Celebramos su recuperación y valoramos profundamente los momentos que hemos compartido, esperando con emoción lo que el futuro nos depara.
A manera de anécdota…
A Lobo 2 le correspondió atender tanto al Paciente 1 como al Paciente X. Lobo 6 recibió a Paciente X luego de su operación y le dedicó más tiempo que a Paciente 1. Resultó ser más desafiante, pero, en definitiva, apreciamos y nos gustan los retos. -Paciente X es el can.