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Los ojos puestos sobre Guatemala. Mucha presión desde afuera para los actores que insisten en impedir una transición normal. Demasiadas noticias al mismo tiempo. El Ministerio Público sigue sin sacar a luz el “súper caso” que tanto ha promocionado. Daña al país con semejante incertidumbre. Lo bloquea. No le permite transitar con la mínima tranquilidad por la vía de su democracia. Y lo amenaza con acciones disonantes que más parecen patadas de ahogado. Se ve que no las tienen todas consigo. En paralelo, el Organismo Judicial continúa desafiando a la gente con sus disposiciones arbitrarias. Descaro no les falta. Ellos también destrozan al país. Son un muro de oscuridad que detiene los impulsos luminosos del desarrollo. Paradójicamente, equivalen al estorbo atrincherado de la libre locomoción de la justicia. No quiero imaginarme cuántos empleos se pierden por su nefasta influencia.
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La presidenta del Congreso, Shirley Rivera, admite de la nada que Estados Unidos le retiró la visa. Es una más en esa lista. Por lo menos no lo calla, como otros. Pero ojo: Ella encabeza uno de los tres poderes del Estado. Y eso es grave. Aunque no sea la única en esas circunstancias. Seguro hay diversas “personalidades” en similares aprietos, sumadas a los nombres que ya se conocen. En los puestos más altos de la administración pública la clasificación va así: los sancionados, los que serán sancionados y los que aún pueden visitar Disneyworld.
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¿Se atreverán a retirarle la inmunidad al vicepresidente Guillermo Castillo? Ese antejuicio, tanto o más que los de los magistrados del TSE, marcará mucho los acontecimientos de aquí al 14 de enero. Queda aún trecho por recorrer. Sin embargo, aquí uno debe prepararse para cualquier extravagancia por impensable que sea. Sacar de la jugada a Castillo a dos meses del cambio de gobierno sería una desfachatez descomunal. Pero también sería el aviso de que se aproximan las batallas más peliagudas. Esas que nadie, en su sano juicio, querría propiciar.
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Hay veces que los refranes no encajan del todo con la realidad. El “más vale tarde que nunca” no salva a la Corte de Constitucionalidad en cuanto a su resolución que obliga a los diputados a renovar cortes. Pudieron y debieron actuar de ese modo hace varios años. Que lo hagan ahora refleja, a lo sumo, que algunas “amables recomendaciones” con cierto acento sí están calando entre los magistrados. A juzgar por el intrincado ajedrez político que nos sugiere el tablero de la realidad, la CC igual tendrá oportunidades de lucirse (para bien) en las próximas semanas. Ojalá aprovechen sus oportunidades.
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El cansancio sigue acumulándose en la ciudadanía. El abusivo exceso de tensiones al que nos han sometido le erosiona el ánimo de cualquiera. No me atrevo a pronosticar cuánto pesará la temporada de convivios en este delicado tramo que nos queda. Puede jugar en contra en la atención que se precisa para resguardar la democracia. Confío en que, por más convivios que haya, la gente sabrá dar seguimiento a lo que venga. Es crucial evitar que la esperanza llegue tan maltrecha a intentar lo poco que puede lograr. Ese “poco” que, siendo escaso, podría significar mucho. Ese “poco” que, siendo insuficiente, podría ser sobradamente decisivo para abrirle al país la puerta al futuro.
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El liderazgo ancestral no se rindió. Solo cambió de estrategia. Harán relevos para mantener su exigencia de que renuncien las autoridades del MP y el juez Orellana. Mantendrán su posición de dignidad. Llueve, truene o relampaguee. Me recuerdan una frase de Camilo José Cela: “El que resiste, gana”.