Uno de los “debes” en estos últimos años ha sido el orientalismo y, sobre todo, la artesanía como recurso creativo. Accesorios de Asia Meridional, mochilas, bolsas bordadas de México, Colombia, Ucrania, etc., han sido elementos que han logrado convertirse en objetos de deseo en redes y también para fashionistas en busca de algo único.
Sin embargo, varios diseñadores han sido señalados por explotar a los artesanos que han hecho los productos que han presentado como suyos, entre esos Isabel Marant (que presentó bordados oaxaqueños como suyos) y Christian Louboutin, que lanzó bolsos dentro de su colección “Mexicaba” y contó con artesanas mayas para parte de su elaboración, al que se le acusó de explotarlas (al final se aclaró que hubo dos organizaciones que apoyaban a las artesanas en el proceso y el 10% de lo recaudado iba a financiar el comercio justo).
Pero ellos dos solo hacen parte de una cadena de ejemplos recientes en la que el artesano no gana nada y la marca de moda o quien venda su producto se queda con ganancias estrambóticas.
Fue por esa razón que James Dillon y Kara Goebel fundaron la plataforma (y futura web de e-commerce) Ethical Fashion Guatemala, donde quieren fomentar el comercio justo y donde los artesanos puedan cobrar por lo que realmente puede llegar a valer su trabajo.
Tienen aproximadamente mil artesanos en su plataforma. Hartos de ver cómo otros se aprovechaban de su trabajo, han logrado localizar a varios que venden sus productos en plataformas como Etsy. Publinews Internacional habló con James Dillon sobre su proyecto.
¿Cómo comenzaron con el proyecto y a darse cuenta de las injusticias que se cometieron con los artesanos al vender sus productos a un alto precio, pero con un beneficio insignificante para ellos?
Durante los últimos 7 años hemos trabajado con tejedores, con tiendas de cuero cerámica, y otros artistas. Estas relaciones comenzaron cuando ofrecíamos tours a las pequeñas tiendas de Guatemala, ya que somos dueños de varias empresas de turismo.
Ahí vimos que los artesanos estaban siendo explotados por aquellos que tenían sitios web vendiendo sus productos en EE. UU. y otros países. Los artesanos nos aceptaron y nos ayudaron a construir nuestros negocios juntos. Ellos confiaron en nosotros.
¿Existe una ley que proteja el patrimonio artesanal en Guatemala? ¿Tienen apoyo legal en este sentido?
No, un pequeño grupo de tejedores está tratando de hacer cambios por medio del Gobierno de Guatemala. Sin embargo, hay poco apoyo en este caso (de hecho, los artesanos protestaron en las calles el año pasado exigiendo protección a su patrimonio).
Ahora, por nuestra cuenta, hemos asumido el proceso legal por dos años.
¿Cómo funciona la plataforma? ¿Cómo trabajan los artesanos con ustedes y cómo se comercializan sus productos?
Tenemos las herramientas de internet a las que los artesanos no tienen acceso. También sentimos que tenemos la infraestructura en el lugar para ofrecer un excelente servicio al cliente y tiempos de respuesta.
Por otro lado, el Servicio Postal de Guatemala cerró hace unos años, lo que nos obligó a tener que desarrollar un proceso alternativo de envío.
Las empresas de paquetería en Guatemala elevaron tanto las tarifas que enviar un chal con un peso de 2 libras a Australia costó 386 dólares. Hoy podemos enviar ese mismo producto por US$61.
¿Cómo se expresa esto en el ámbito de la industria?
La moda es un buen nicho de mercado para nosotros, que estamos en los hilos orgánicos, textiles y productos terminados. Los diseñadores están empezando a encontrarnos y nos encanta la idea de los textiles únicos y la capacidad de tratar directamente con la mujer que produce estos productos.
¿Cómo les ha ido con los que infringen derechos de autor? ¿Han sido estas personas capaces de dar crédito o dejar de vender los productos?
Han tenido productos retirados de sus sitios web. La mayoría no ofrece ninguna compensación cuando los eliminan.
3 polémicas de moda y artesanía
Isabel Marant
En 2015, la diseñadora francesa fue acusada de querer patentar los bordados de la comunidad de Tlahuitoltepec, en Oaxaca (México).
Esto hubiera impedido a la comunidad seguir haciendo sus productos patrimoniales. La diseñadora expresó que esa jamás fue su intención, pero esta sí puso como suyos los diseños de esta comunidad y la marca Antik Batik la demandó por plagio.
Stella Rittwagen
En 2014, la española presentó como suyas las mochilas de la tribu Wayúu, del norte de Colombia.
Ante la denuncia en redes, aclaró que siempre trabajaba con los nativos de esta etnia, pero así como hizo la diseñadora británica Louise Anderson, solo se apoderó del patrimonio cultural. Quienes fabrican estas mochilas viven en una de las regiones más abandonadas de Colombia.
Marni
En 2015 se acusó a la marca milanesa de apropiarse de los tote bags del mercado popular de Paloquemao en Bogotá y venderlos con su logo.
Trabajaron con madres cabeza de familia colombianas, pero después vino otra acusación: Aunque en Colombia los bolsos se venden a US$4, ellos lo vendieron por casi US$500. Sin embargo, todas sus ganancias las donaron a un taller colombiano.
Texto: Luz Lancheros/Publinews Internacional