El oficio lo aprendió de su suegra y ahora junto con su esposa e hijos mantiene la tradición.
Se trata del vestido para el niño Dios que se le coloca durante la medianoche del 31 de diciembre.
Por sugerencia de los sacerdotes católicos, el vestido ha mutado a un faldón, pero eso no impide que sus creaciones sigan con los colores llamativos o el tradicional blanco con motivos dorados.
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El origen
Amanda María López, madre de Blanca, su esposa, le compartió a Raúl los secretos para elaborar las piezas.
Con el transcurso de los años las máquinas han cambiado, antes usaban de pedal, luego vinieron las de motor y ahora tiene profesionales; las telas también han cambiado, explica.
Aunque en los últimos cinco años la demanda ha disminuido en un 25 por ciento, “la gente sigue buscando los vestidos”, asegura.
Hay jornadas que terminan a las 2 de la mañana, pero el dolor de los piquetes de la aguja se encargan de quitarle el sueño.
Mientras se ajusta los anteojos, expresa la satisfacción por su trabajo, no solo por la retribución, sino por el aporte a las tradiciones.
El dato
La familia Guerrero Mazariegos comienza la búsqueda y compra de la tela en enero. En los siguientes meses hace los trazos y cortes. Como tradición, el 10 de mayo empieza la costura de los faldones por partes y en diciembre es llevado el producto a los mercados.
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