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Agradecen con sus manos los milagros del Cristo de Esquipulas

Un artesano guatemalteco que construye réplicas a escala de andas e iglesias aceptó un nuevo reto.

La ansiedad por la proximidad de la fecha de entrega le provocó náusea, entre otros malestares, a Édgar Enrique Morales, un artesano que elabora réplicas miniaturas de templos católicos y de andas.

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Aunque comenzó ese trabajo por afición, sus obras le han sido solicitadas al punto de ser contratado.

En los momentos de apremio, Elvira Samayoa, su esposa, es quien le tiende la mano y sale a toda prisa a la calle a buscar por todos lados los materiales para los encargos.

Quique, como le dice su esposa, aceptó la propuesta del comité que organiza una procesión del Cristo Negro de Esquipulas en el mercado de La Reformita, en la zona 12, para construir algo que nunca había hecho.

La misión era una réplica de la basílica del Cristo Negro, ubicada en Esquipulas, Chiquimula, pero a diferencia de las miniaturas que él acostumbra a crear, esta tenía que tener más de dos metros de largo y casi uno y medio de alto hasta el campanario.

Fieles creyentes

Aunque elaborar el adorno de un anda es un asunto de negocios, para Quique no era un trabajo más.

La pareja es fiel creyente del Cristo de Esquipulas. Su fe se incrementó luego de haber recibido un milagro de él, según asegura.

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“Íbamos por Zacapa en el bus y comencé a sentir molestia en los ojos. En cuestión de minutos uno se me cerró por completo”, cuenta Elvira al recordar lo ocurrido hace cuatro años.

Ellos iban a Esquipulas para pedirle salud al Cristo Negro, ya que ella tenía algunos padecimientos, pero en el camino su situación empeoró.

Al llegar al municipio una persona les alertó que Elvira no se miraba bien y parecía que le estaba dando un derrame. Compró algo en una farmacia, descansó por algunas horas y hasta en la noche visitó al Milagroso Señor de Esquipulas.

“Me siento muy mal, pero eres milagroso y necesito que me sanes, si lo haces, vendré a visitarte de nuevo”, le dijo Elvira al Cristo Negro.

Al día siguiente seguía con el malestar, pero con mejor ánimo. En el transcurso del día fueron a visitar la basílica dos veces más antes de regresar a la capital.

En el transcurso de la semana los males físicos de Elvira se esfumaron, su ojo se abrió con normalidad y ella, sin dudarlo, lo consideró un milagro.

Es por esto que a la semana siguiente regresó a Esquipulas a agradecer. “Yo sané y doy mi testimonio. Eso aumentó mi fe”, confiesa.

La cercanía

Aunque la fe es grande por el Milagroso Señor de Esquipulas, no todas las personas pueden realizar la romería a la basílica.

Quienes viven en la capital, así como Elvira, no pierden la oportunidad de venerarlo y agradecerle los favores recibidos en cada templo en el que encuentran una imagen del Cristo Negro.

Asimismo, ella no se pierde ninguna procesión de la imagen, ya que es su manera de agradecerle.

En este año, como si hubiera sido un milagro no pedido, hicieron contacto con quienes organizan la procesión del Señor de Esquipulas en el mercado de La Reformita, en la zona 12.

El cortejo procesional recorre de 1 de la tarde a 11 de la noche las calles y avenidas de la colonia en el domingo anterior al 15 de enero, que es la fecha principal de devoción.

Quique aceptó, con fe en el Cristo Negro, construir una réplica a escala de la basílica, pese a que nunca había hecho algo tan grande. Su especialidad, de manera artesanal, son las miniaturas.

El 14 de octubre comenzó el trabajo. La jornada más extensa fue de 15 horas en un solo día. El promedio fueron cinco horas diarias.

“Me encomendé a Dios, prácticamente se lo ofrecí por la salud que tengo y por los milagros. Mientras trabajaba le daba gracias”, dice Quique.

La angustia

La réplica de la basílica tiene 2.20 metros de largo, 1.10 m de ancho y 1.50 m de alto. Los detalles respecto a la original están en un 85 por ciento, acepta su creador.

Cuando estaba cerca de la fecha de entrega, una angustia se apoderó de Quique al extremo de sentirse cansado e incluso pensar en dejar el proyecto, pero Elvira lo alentó y le recordó la fe.

Ella salió en un día de asueto a buscar el cartón y otros materiales que se habían terminado. Regresó después del mediodía y él retomó su labor.

Quique construyó la réplica solo con su habilidad. Tomó idea de las dimensiones y detalles de las fotografías que vio en un calendario. Luego de una semana de analizar y hacer pruebas y mediciones, visualizó su proyecto hasta concretarlo.

“Lo veo y no lo creo”, asegura al pararse junto a su obra, como si hablara de un milagro del Cristo Negro de Esquipulas.

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