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Cómo reaccionamos ante el miedo

Fight-or-Flight (Lucha o huída), una respuesta a situaciones de estrés que prepara al organismo para un rendimiento máximo en cualquiera de las opciones escogidas, ya sea pelear o escapar.

Hay una descarga de adrenalina, una de las hormonas que segregan los riñones a la orden del sistema nervioso autónomo, el que se basa mayoritariamente en la médula espinal y controla sobre todo funciones involuntarias.

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Algunas de las principales sustancias químicas que contribuyen a provocar una reacción de “lucha o huida” también intervienen en otros estados emocionales positivos, como la felicidad y la excitación.

La amígdala cerebral se activa siempre que vemos un rostro humano con una emoción. Un estímulo amenazador, como la visión de un depredador, provoca una reacción que activa áreas que participan en la preparación de funciones motoras que intervienen en la lucha o en la huida y también provoca la liberación de hormonas del estrés, así como estimula el sistema nervioso simpático.

¿Por qué nos gusta que nos asusten?

Si bien la amígdala cerebral reacciona ante la percepción del miedo, el hipocampo y el córtex prefrontal procesan la información para saber si la amenaza que percibe es real. Así, mientras nuestro cuerpo libera hormonas para reaccionar a la percepción del miedo, podemos disfrutar la sensación sabiendo que no es un peligro real.

Fobias

A pesar de los mecanismos de nuestros cuerpo y mente para reaccionar ante el temor y superarlo, los niveles anormales de miedo y de ansiedad pueden causar trastornos como las fobias o el estrés postraumático (TEPT).

La respuesta Fight-or-Flight

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  1. El cerebro se vuelve hiperalerta.
  2. Los bronquios se dilatan, la respiración se acelera, el ritmo cardiaco y la presión sanguínea aumentan: Todos los recursos se destinan a favorecer la potencia física.
  3. Como el flujo sanguíneo, el flujo de glucosa hacia los músculos también se incrementa, se movilizan las reservas de grasas y glucógeno para verter glucosa a la sangre, que se concentra en los músculos mediante la dilatación de sus vasos.
  4. Se activan los sistemas de coagulación en previsión de heridas.
  5. Se empieza a sudar por si hay que refrescar el cuerpo durante una carrera.
  6. Se dilatan las pupilas para captar más luz, pero se pierde la visión periférica en favor de la frontal.
  7. Otras funciones no esenciales para ese momento se ralentizan o se suprimen, como la audición, la secreción lacrimal, la salivación, la erección, la respuesta inmunitaria, la digestión y el control de los esfínteres y la vejiga.
  8. Las funciones cognitivas superiores se bloquean, una forma que nuestro cuerpo tiene para decirnos: No pienses, ¡actúa!

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