En busca de dejar las calles más limpias, en Cataluña, van a emplear un nuevo método para rastrear a las personas que dejan las heces de sus mascotas en la vía pública.
El problema de las heces de los perros en las calles es una preocupación creciente en muchas comunidades urbanas en todo el mundo. Además de ser antiestético y desagradable para los residentes y visitantes, la presencia de excrementos caninos en espacios públicos plantea serios riesgos para la salud pública.
Las heces de los perros pueden contener una variedad de patógenos y parásitos, como toxocara, que pueden transmitirse a los humanos y causar enfermedades graves, incluyendo infecciones oculares, gastrointestinales y respiratorias. Esto es especialmente preocupante en áreas donde los niños juegan o donde hay una alta densidad de tráfico peatonal, ya que aumenta el riesgo de exposición a estos agentes patógenos.
Además de los riesgos para la salud, el problema de las heces de los perros en las calles también tiene un impacto negativo en el medio ambiente y la calidad de vida de las comunidades. La acumulación de excrementos caninos contamina el suelo y el agua, afectando los ecosistemas locales y contribuyendo a la degradación del entorno urbano.
Además, la presencia de heces de perros puede generar conflictos entre vecinos, deteriorar la imagen de la comunidad y disminuir el atractivo de las áreas públicas para el recreo y la recreación al aire libre. En este sentido, abordar eficazmente este problema requiere no solo medidas de control y sanciones, sino también una educación continua sobre la responsabilidad de los propietarios de mascotas y la importancia de mantener limpios los espacios públicos para el bienestar de todos.
En un esfuerzo por abordar el creciente problema de excrementos caninos en las vías públicas, varios municipios en Cataluña han adoptado medidas innovadoras basadas en pruebas de ADN para identificar a los propietarios de perros irresponsables.
Según informes, distintos municipios de esta región española han establecido un censo obligatorio de perros con identificación genética. Esta iniciativa, que comenzó en 2016, ha demostrado ser una herramienta efectiva en la lucha contra la falta de civismo de los propietarios de mascotas.
El proceso es simple, pero efectivo: una vez que los perros están registrados en el censo, reciben una placa que trae un código QR único que facilita su identificación rápida y su ubicación en caso de extravío. Además, este código permite acceder al perfil genético del animal, lo que posibilita la identificación de los propietarios que no recogen los desechos de sus mascotas.
Los operarios municipales encargados de recoger las heces que se encuentran en la vía pública ahora cuentan con una herramienta digital que registra la hora y la ubicación exacta del hallazgo. Si la muestra no coincide con ninguna entrada en la base de datos, el sistema utiliza la información genética para crear un “retrato robot” del perro infractor, incluyendo su sexo, tamaño, color de pelo y la forma del cráneo. Esta característica permite a los ayuntamientos delimitar y reducir el área de búsqueda, facilitando así la identificación de los propietarios responsables.
En cuanto a las sanciones para los dueños que son identificados de no recoger las heces de sus mascotas, estas varían según el municipio.