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El pinabete agrupa historias en la provincia

La vida de un grupo de mujeres indígenas, pobladores, dueños de fincas y reforestadores tiene aroma a pinabete en Sololá,Totonicapán y Quetzaltenango.

Albertina Meletz tiene árboles de pinabete entre sus cosechas de maíz, amaranto y frijol en la provincia. Le encanta el aroma al acercarse las ramillas con su mano al rostro. Ese olor también se disfruta al recorrer un bosque guiado por sus pobladores; recolectar las semillas y plantas acompañado por los propietarios de una finca; y visitar los viveros y plantaciones con los reforestadores del abeto guatemalteco, el árbol de la Navidad.

La historia de la señora Albertina sucede en Los Encuentros, Sololá. Ella es parte de la Campaña Nacional de Control y Conservación del Pinabete, Temporada Navideña 2024 del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) y el Instituto Nacional de Bosques (Inab). Albertina junto con 19 mujeres indígenas integran una asociación centrada en los pinabetes que crecen entre sus cosechas habituales, como el maíz que es su alimentación diaria. “Cada año vendo los arbolitos. Este año, serán ocho que los compradores ya los vinieron a ver”, dijo en su idioma kaqchikel.

En apenas dos cuerdas de terreno, en la comunidad Paraíso, a 131 kilómetros de la ciudad de Guatemala, crecen los pinabetes (Abies guatemalensis Rehder) que fueron sembrados por Albertina hace 15 años. Este fin de año también venderá ocho coronas fabricadas con las ramillas en su vivienda de block y techo de lámina.

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“Esta es una forma sustentable para el pinabete y se vive en esta comunidad de mujeres de Sololá”, se refiere Érick Alvarado, de Manejo de Bosques y Vida Silvestre del Conap. La Asociación de Mujeres Mayas Oxlajuj E, que integra Albertina, tiene cinco años de comercializar los árboles que crecen en sus terrenos, justo a la par de las plantas de frijol.

El bosque intocable

En Totonicapán existe un enorme bosque que destaca por sus pinabetes de más de 30 metros de altura. Son impresionantes, se mezclan entre los árboles de pino y ciprés y el paisaje es único con la neblina y la humedad casi todo el tiempo. Se trata del bosque Caballo Blanco, lo más preciado de la comunidad. Uno de los guardianes, Baltazar David Caxaj, prepara las rondas de vigilancia del 5 al 23 de diciembre.

El bosque es intocable, es decir, se prohíbe cortar algún pinabete. Entonces, Baltazar se apoya de los pobladores para recorrer de día y noche los senderos y ahuyentar a los visitantes “indeseados” que solo llegan a cortar las ramillas para venderlas sin alguna autorización. “En diciembre nos turnamos para que no venga gente de afuera a cortar las ramas. Hacemos turnos de 24 horas, este bosque es nuestra alma”, dijo.

Entonces, en esos 18 días hay vigilancia para proteger el bosque que les proporciona abundante agua. Además, a los turistas les ofrecen recorridos en los caminos y les enseñan a proteger los pinabetes, especie única del país.

La semilla de lo más alto

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Hace apenas dos años se puso en práctica una investigación para producir pinabetes con éxito. Los protagonistas son Micler Monterroso y su hermano Narciso. Ambos viven en la aldea La Laguna, en Sibilia, Quetzaltenango, y son parte esencial de la multiplicación del árbol. Son dueños de apenas una hectárea de pinabete que está a 2,800 metros de altura sobre el nivel del mar, pero provee decenas de plantas y semillas a otros departamentos, como Chimaltenango y Huehuetenango y su crecimiento es exitoso.

“La investigación es ‘Evaluación en la regeneración de pinabete en plántula’ y nos ha dado buenos resultados”, mencionó Mynor Pérez, de la Región VI del Inab. Se recolectan las plantas de pinabete de apenas dos meses de vida para trasplantarlas en otros bosques y así aumentar la cantidad de hectáreas de pinabete en Guatemala, que en la actualidad son 399.

Micler explicó los árboles de pinabete botan las semillas cada agosto y a los dos meses ya se ven grandes cantidades de plantas de apenas dos pulgadas de altura listas para ser trasplantadas. “Este bosque tiene 20 años. La idea fue cosechar los pinabetes y venderlos cada año. Pero ahora nos convertimos como en una gran semilla porque de aquí se llevan las plantas que crecen y adornan otros departamentos y lo hacen muy bien”, se refirió cuando mostró las semillas.

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El vivero del reforestador

La mayoría de los árboles de pinabete que adornan los hogares en San Marcos, Quetzaltenango y Huehuetenango provienen de los viveros de Palestina de los Altos, en donde el reforestador y dueño de bosques, Desiderio Urbano López, es muy reconocido y nombrado ‘Amigo del bosque’ con una medalla del Inab.

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En los viveros dejaron de usar químicos y en lugar prefieren los abonos orgánicos, aprovechan el agua de lluvia y se olvidaron de los insecticidas para proteger el ambiente. Hasta trituran las hojas de pinabete y las mezclan con aceites para producir jabón de manos, una novedad.

“El bosque es el futuro del país. Tengo 84 años y toda mi vida he compartido el mensaje de sembrar árboles hoy para tener agua mañana”, dijo Desiderio, acompañado de sus hijos, nietos y bisnietos.

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