Australia enfrenta una nueva crisis medioambiental y ética tras confirmarse que más de 700 koalas fueron abatidos a tiros desde helicópteros, en un intento por mitigar su sufrimiento luego de un incendio forestal que devastó más de 2.000 hectáreas de su hábitat. El operativo, según las autoridades, tenía como objetivo evitar una muerte lenta y dolorosa para los animales heridos, deshidratados y sin acceso a alimento.
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Pero la medida ha sido recibida con furia por organizaciones de bienestar animal, ambientalistas y una parte del público. La activista Jess Robertson, presidenta de ‘Koala Alliance’, fue tajante: “No hay forma de saber si un koala está en malas condiciones desde un helicóptero”. Las críticas se centran en la falta de protocolos claros, la precisión cuestionable de los disparos aéreos y la posibilidad de que se haya matado también a crías ocultas en las bolsas de sus madres.
Georgie Purcell, diputada del Partido de Justicia Animal, expresó su preocupación por la negligencia en el procedimiento: “No se están haciendo esfuerzos para verificar, cuando se dispara a los koalas desde helicópteros, si tienen crías en la bolsa”. Según los críticos, el operativo no solo fue inhumano, sino innecesariamente agresivo.
Mientras tanto, el debate sobre cómo actuar ante desastres naturales que afectan a especies vulnerables se intensifica. El gobierno australiano enfrenta presión para revisar sus protocolos de manejo de fauna silvestre y responder ante la condena pública por esta decisión drástica.
