La ya fracturada relación entre India y Pakistán ha alcanzado un nuevo punto de ebullición esta semana, tras el atentado terrorista en Pahalgam (Cachemira, India), que dejó 26 muertos, incluidos 25 indios y un nepalí. El incidente ha desencadenado una escalada de medidas reciprocas que amenazan con romper los últimos lazos diplomáticos entre ambos países nucleares.
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India inició la crisis al expulsar diplomáticos pakistaníes, cerrar un cruce fronterizo clave y suspender el Tratado de las Aguas del Indo (1960), vital para Pakistán.
Pakistán respondió declarando persona non grata a asesores militares indios, cerrando su espacio aéreo a aerolíneas indias y paralizando un proyecto de irrigación de 3,300 millones de dólares.
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Islamabad advirtió que cualquier alteración del flujo de agua pactado se considerará “acto de guerra”, mientras su ministro de Defensa acusó a India de preparar “una ola de terrorismo” y prometió responder “ojo por ojo”.
Según inteligencia india, los atacantes —aún no identificados— operaron con apoyo de una sala de control en Pakistán. Las autoridades pakistaníes, sin embargo, exigen pruebas: “Si tienen evidencias, que las muestren al mundo”, retó el canciller Ishaq Dar.
La disputa por Cachemira —dividida desde 1947 pero reclamada por ambos— se agravó en 2019 cuando India revocó la autonomía de su parte administrada. Ahora, con el alto el fuego en riesgo y medidas sin precedentes como la suspensión del tratado de aguas, la comunidad internacional observa con alarma.