Si creciste en los 90 o principios de los 2000, seguro recuerdas la emoción de abrir una bolsa de papas y encontrar un tazo. Estas pequeñas fichas de plástico (y a veces de cartón o metal) se convirtieron en la obsesión de millones de niños, generando batallas épicas en los recreos y colecciones que algunos aún conservan con orgullo.
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¿Cómo Nacieron los Tazos?
Aunque muchos los asocian con las papas Sabritas, los tazos tienen su origen en un juego antiguo de Hawái llamado “Pogs”. La idea era simple: apilar fichas y golpearlas con un “slammer” para voltearlas y ganarlas. En 1994, la empresa mexicana Sabritas tomó este concepto y lo convirtió en un fenómeno de marketing al incluir tazos en sus productos, comenzando con la icónica colección de Looney Tunes.
El Auge de la Locura por los Tazos
El éxito fue inmediato. De un día para otro, los recreos se llenaron de niños apostando sus tazos en intensas partidas. No importaba si eras experto o novato, todos querían más tazos para completar su colección. Con el tiempo, llegaron nuevas ediciones con personajes de Dragon Ball Z, Pokémon, Los Simpson y muchos más.
Las variantes también evolucionaron: tazos con hologramas, giratorios, metálicos y hasta los famosos “Mega Tazos”, que eran más grandes y difíciles de conseguir. Esto llevó a que muchos se volvieran auténticos cazadores de tazos, buscando en cada bolsa la pieza faltante.
La Caída y el Legado de los Tazos
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Aunque los tazos dominaron los patios escolares por años, con el tiempo su popularidad fue decayendo. La llegada de nuevas tendencias, videojuegos y redes sociales hizo que las generaciones más jóvenes perdieran el interés. Sin embargo, aún hay coleccionistas que buscan completar aquellas míticas colecciones, e incluso en algunos países los tazos han tenido regresos esporádicos.
Hoy, ver un tazo nos transporta a una época más simple, donde la felicidad estaba en una bolsa de papas y la adrenalina de una partida con amigos. Quizá los tazos no sean tan populares como antes, pero su impacto en la cultura pop y en nuestra infancia es innegable.
