Si es cachaco en Carnaval de Barranquilla y es su primera vez, quizás un plan que incluya los highlights más importantes podría ser su solución en vez llegar a una ciudad con infinitas posibilidades de fiesta.
Porque las más representativas (Coronación de la Reina del Carnaval y Batalla de Flores) estarán atestadas y si va en gradería normal o ya todo es copado o es un caos. Pero con experiencias como las del Marriott Bonvoy se las puede ahorrar.
Esta es la que brinda el hotel Marriott Barranquilla, que desde su inauguración en 2022 se ha convertido en uno de los lugares referentes de experiencias únicas y lujo, así como de encuentros y actividades en la capital del departamento del Atlántico.
En una experiencia de tres días, que incluyen actividades culturales como la visita al Museo del Carnaval, y disfrutar de la verbena, escenificación que tiene los típicos silloncitos de madera de colores, las mesas y en donde puede comer los tradicionales ‘fritos’ como la arepa de huevo, carimañola y chicharrón con ‘bollo’, con una buena cerveza fría.
Todo, mientras puede ver a grupos de champeta bailar con su flow arrollador, escuchar la flauta de millo con un poderoso porro, o bailar el mapalé.
Y claro, en donde pasa todo también puede hacerlo desde un espacio privilegiado.
Gozar el Carnaval nunca fue tan cómodo y tan relajado
Con la experiencia del Marriott Bonvoy del Carnaval de Barranquilla literalmente usted puede “cogerla suave”, porque hay un bus que lo lleva con la mejor de las boletas (alfombra roja) al estadio Romelio Martínez a uno de los espacios, con silla, mesa y con suficiente espacio para bailar, para gozarse la Noche de la Coronación.
Y desde ahí usted puede ver las impresionantes coreografías de todos los ritmos de la Costa Caribe colombiana magníficamente escenificadas, con la Reina del Carnaval a la cabeza.
Así, en este 2024, Melissa Cure,afrontando todas las críticas, arrolló con una simpatía, sabor, afinación, precisión y unos trajes que hicieron de su performance en cada aspecto un espectáculo visual y de conexión con estas fiestas para quienes venían por primera vez a presenciarlo en la ciudad.
También, luego de este abrebocas, puede disfrutar de ritmos como los de Carlos Vives, que tiene una energía arrolladora y un pool renovado de músicos, o del mítico Silvestre Dangond, que siendo sinceros, sí le gana y en mucho a Dua Lipa si se habla de actitudes kitsch y presencia escénica. Todo, en medio de whisky (el tradicional Old Parr, un clásico costeño que refleja aspiracionalidad y nunca falta en ningún festejo en esa zona), tequila y cervezas, así como agua y gaseosas.
Complementado con una gran picada de butifarra, chorizo, yuca y bollo para aguantar toda la noche. Ojo: no tome mucho. En el Romelio no hay tantos baños y las filas son eternas. Se pierde todo mientras, como buen cachaco, hace una cola en la que se le va la vida.
Ahora bien, al día siguiente, un Dólex y cerveza para el guayabo: eso le van a ofrecer desde temprano, porque los palcos para la Batalla de Flores en la Vía 40 se llenan rápido y sus sofás y mesas son bastante apetecidos.
Desde allí usted puede ver recostado las carrozas de las emisoras y las marcas, incluso de gente icónica como el mismo Carlos Vives o la Selección Colombia (ver a Juan Pablo Ángel al lado de Catalina Usme y el Tino cuenta como Navidad para muchos aficionados) mientras usted va bailando y bailando un ritmo tras otro. Cumbia, champeta, mapalé, porro.
Porque hay música en todos lados. En las carrozas, las comparsas y sus creativos disfraces, con extraordinarios boleros, adornos, collares. Y en el palco, donde hay un grupo contratado para llenar de sabor esos tiempos muertos.
La Batalla de Flores es un espectáculo visual que no termina. Y si bien las carrozas no dan la talla (literalmente por tamaño y por cableado, en últimas) a las de Pasto, todo se centra en ese goce, esa comparsa y ese baile.
Y la temeridad y el respeto que genera ver, desde un palco- donde uno toma Old Parr, bebidas no alcohólicas y comer pulpo, entre otras delicias- a todas estas personas amantes de la tradición caminar a más de 30 grados por la Vía 40. Y bailar así, con una energía y alegría inagotables.
Todos bailan. En los palcos, en la calle. Usted puede bailar por tramos y reponerse para no dejar de bailar, por horas, así cuando uno sea feliz el tiempo se pase rápido. El desfile dura hasta las 5 de la tarde, más allá.
De ahí puede partir para el hotel y disfrutar de su piscina, siempre relajante, o de su habitación, entre las 191 que hay para acomodarse en la cama y seguir la rumba en otro lado, o dejarse llevar por el descanso. Porque la fiesta en Barranquilla no se acaba.
Esto se ve en el Brunch Carnavalero del día siguiente, donde es recibido con Ron La Hechicera, y con Fizz. Ahí puede también tomarse un gin o un mojito, o una cerveza para acompañar con postres de la Costa, tradicionales, y con carnes asadas, fritos y paella, incluso con ceviche, un festejo que se centra en la comida y el baile.
Esto, porque el Torito del Joe, Joselito Borrachón, el Garabato y Catalina de Mr. Black son los acompañantes de una música que se inserta en las caderas. Bailar y comer, comer o bailar, y escuchar y que ese espíritu no se apague. Un espíritu que ha captado muy bien Marriott Bonvoy Moments para congregar el alma cultural de un festival que es patrimonio, que los acoge a todos y que los pone a bailar y a gozar a su ritmo y manera.
Y al final, usted, como Spiderman, no se querrá ir, señor Stark, porque quien tiene alma fiestera y/o alma costeña nunca dejará de decir: “En Barranquilla me quedo”. Y más con una experiencia que lo congrega todo a través de la comida, el baile, el confort y el amor por el eterno baile de un Carnaval que se lleva en el corazón.
Recomendaciones:
-Lleve kit de guayabo. La cerveza ayuda, pero una pastilla, un Bon-Fiest no están demás. Igual allí le brindan suero y todos los cuidados para que se reponga.
-Puede comprar las más bellas joyas de los artesanos barranquilleros alusivas al Carnaval en la Verbena o en la ciudad.
-Déjese llevar. Así baile como una oruga en un kumis, nadie juzga y hasta le enseñan. Lo importante es gozar.