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Al extremo que llegó Stephen Hawking para hacer feliz a su primera esposa

Stephen Hawking, quién falleció el martes, reveló detalles de su vida íntima en su autobiografía, "Breve historia de mi vida".

El físico le permitió a su primera esposa, Jane Wilde, tener un amante para que se casara con ella ante su inminente fallecimiento, producto de la esclerosis lateral amiotrófica (enfermedad neurológica degenerativa).

La historia de amor

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La pareja se conoció en 1963, en una fiesta de Año Nuevo organizada en casa de unos amigos comunes en Saint Albans, cerca de Londres.

El flechazo fue instantáneo y comenzaron a salir. Un mes después él fue diagnosticado con ELA y los médicos redujeron su esperanza de vida a dos años.

Contra todo pronóstico, el anuncio no alteró los planes de Jane de quedarse al lado de la persona que amaba y se casaron en 1965.

Años después, empezaron a probar los sinsabores de la cruel enfermedad que fue paralizando los músculos de Hawking progresivamente hasta dejarlo postrado en su silla de ruedas.

“Una de las grandes batallas fue conseguir que usara la silla de ruedas. Me movía con Stephen sujeto de un brazo, el bebé en el otro y el segundo niño corriendo detrás. Era desesperante porque el pequeño salía corriendo y yo no podía perseguirlo. Este tipo de situaciones hicieron mi vida bastante imposible”, señaló Jane.

El Instituto de Tecnología de California le dio una habitación para que viviera con su esposa y sus tres hijos. Sin embargo, la relación ya era insostenible.

Una dura decisión 

Una amiga le recomendó a ella que se uniera al coro de la iglesia local para distraerse. Allí donde conoció a Jonathan Hellyer Jones, director del conjunto y viudo desde hacía un año tras perder a su mujer a causa de una leucemia.

“Encontró a Jonathan Jones, músico y organista de la iglesia local, y le dio una habitación en nuestro apartamento. Me habría opuesto, pero yo también pensaba que iba a morir pronto y sentía la necesidad de que alguien se ocupara de los niños cuando yo no estuviera”, contó.

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Jonathan se convirtió en su amigo y confidente, hasta el punto de ser el pilar sobre el que ella se aferró para resistir su crítica situación.

"Sin Jonathan, me hubiera hundido. Estaría en el fondo del río o en una institución mental", aseguró.

Este triángulo amoroso que, en un principio, le pareció lógico porque quería que alguien los mantuviera a ella y a los niños cuando él no estuviera, pero que con el tiempo fue suscitando sus recelos.

“Fui sintiéndome más infeliz por la relación cada vez más estrecha que existía entre Jane y Jonathan. Al final no pude aguantar más la situación y en 1990 me mudé a un piso con una de mis enfermeras, Elaine Mason”, indica.

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Ese fue el año en el que el matrimonio puso fin a su relación de 25 años.

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