A inicios de año, un periodista le preguntó a Hillary Clinton si siempre había sido honesta con los estadounidenses y la respuesta de la candidata presidencial del partido demócrata fue fiel a su reputación: “Siempre traté de serlo”.
Otras figuras políticas posiblemente habrían respondido de forma afirmativa casi automáticamente. Pero Clinton, con su entrenamiento como abogada, mide milimétricamente cada palabra para evitar caer en alguna trampa.
Con esa experiencia aspira a ser elegida este martes la primera mujer presidenta de Estados Unidos.
Sin embargo, lo que quiere transmitir como un esfuerzo genuino por ser honesta es visto por muchos estadounidenses como una señal clara de duplicidad.
Su faceta pública y su faceta privada quedaron en brutal evidencia con su insistencia en utilizar un servidor privado de correos electrónicos cuando era secretaria de Estado, un escándalo que la persiguió sin tregua durante toda la campaña.
Después de tres décadas de vida pública, es el peso que Hillary Clinton sigue cargando.
Así, esta contradicción ambulante llega a la elección presidencial como la primera mujer en lograr la hazaña de optar por la presidencia de Estados Unidos y, al mismo tiempo, ser una de las figuras políticas más impopulares en la historia reciente del país.
Con 69 años, Clinton ha estado bajo el escrutinio de la opinión pública desde 1979, cuando tenía 30 y su marido, Bill, era gobernador del estado de Arkansas.
Desde entonces, la constante desconfianza a su alrededor se tornó parte de su figura política.
“Sé que hay gente que no sabe qué hacer conmigo”, admitió en el discurso con el que aceptó ser la candidata del partido demócrata.
– De Chicago a Arkansas –
Hillary Diane Rodham nació el 26 de octubre de 1947 en Chicago y creció en una familia de clase media metodista en el apacible vecindario de Park Ridge, en pleno medio oeste de Estados Unidos.
Adoraba a su madre, Dorothy. De su padre, Hugh Rodham, un pequeño empresario de origen galés, dice haber heredado la tenacidad, la ética del trabajo y el miedo permanente a perder.
Clinton también heredó de su padre sus convicciones republicanas, que mantuvo hasta los años de universidad.
Buena estudiante, en 1965 ingresó en la prestigiosa universidad para mujeres Wellesley College, cerca de Harvard.
En la tumultuosa década de los 1960, sus cuatro años universitarios le abrieron los ojos en temas como la lucha por los derechos civiles, la guerra de Vietnam y la paridad de género.
En 1969 entró en la facultad de Derecho de Yale, que percibía como un lugar menos misógino que Harvard y donde conoció a Bill Clinton, su “Vikingo venido de Arkansas”.
Su activismo en favor de los derechos de los niños y de las mujeres floreció durante estos años.
Al terminar los estudios, prefirió trabajar para una organización de defensa de los niños, mientras Bill se instaló en Arkansas para lanzarse a la política.
Tras un breve paso en 1974 por Washington, en la comisión que investigó el escándalo del Watergate, se reunió de nuevo con Clinton -quien había sido elegido fiscal de su estado y luego gobernador- mientras que ella se sumaba a un gabinete de abogados.
En 1975 se casaron. Chelsea, su única hija, nació en 1980.
– Dos por el precio de uno –
Hillary Rodham finalmente abandonó su nombre de soltera y adoptó el apellido de su esposo.
Se convirtió en la primera dama de Arkansas y en 1993 en la de Estados Unidos.
La percepción de que era “copresidenta” en la sombra, alimentada por los republicanos, contrastaba con la tradicional imagen que solían tener las primeras damas, más dedicadas a asuntos sociales.
Su prueba de fuego fue la reforma del sistema de salud, que terminó fracasando en 1994.
Tras perder esa batalla, se refugió en temas menos relacionados con política nacional, como las causas femeninas, especialmente fuera de Estados Unidos.
Entre bambalinas, sin embargo, dirigió la batalla legal en el escándalo inmobiliario Whitewater, que involucraba a su marido.
Pese a la humillación que significó la infidelidad de Clinton con la becaria Monica Lewinsky, Hillary peleó con uñas y dientes para impedir que fuese destituido por perjurio por este caso.
Como prueba de su inquebrantable unión, el matrimonio presidencial se sometió a terapia de pareja para superar ese bache.
– Carrera en solitario –
Cuando se acercaba su salida de la Casa Blanca, Hillary se lanzó a la política y fue elegida senadora por el estado de Nueva York en noviembre de 2000.
En 2004 evitó involucrarse en la disputa presidencial. Pero en 2008 compitió con Barack Obama en las primarias demócratas, quien la venció recordando su voto de senadora a favor de la guerra de Irak.
Obama la nombró sin embargo su secretaria de Estado, cargo que desempeñó con rasgos de persona hiperactiva pero sin logros reales, señalan varios observadores.
Los republicanos la acusan de incompetencia tras el ataque contra el consulado estadounidense en Bengasi (Libia) en septiembre de 2012, en el que murieron cuatro estadounidenses, entre ellos el embajador.
La decisión de usar su correo electrónico privado en lugar de las cuentas oficiales del Departamento de Estado suscitó un terrible escándalo que Clinton ha intentado capear durante la campaña, aunque sus adversarios aprovechan para afirmar que se siente por encima de la ley.
Esa imagen, mezcla de dureza y frío realismo, le permitió vencer al idealismo del senador Bernie Sanders y obtener, por fin, la candidatura demócrata.