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Murió David Goodall, el australiano que viajó a Suiza para someterse a una eutanasia

Tras meses de “calvario” para él, agobiado por la debilidad física que sentía a su avanzada edad, David Goodall llegó finalmente a la última etapa de su viaje en busca de la eutanasia.

El australiano de 104 años terminó este jueves con su vida mediante una inyección de Nembutal, que le fue suministrada en Basilea, Suiza, país en el que el suicidio asistido es legal.

El médico Philip Nitschke, de la fundación Exit International, confirmó la noticia a través de Twitter: A las 12:30 (hora local) de hoy, el profesor David Goodall falleció apaciblemente en Basilea”.

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Exit International recuerda una notable vida y muerte. Nuestro miembro más antiguo”, agregó.

Goodall no padecía ninguna enfermedad terminal, pero consideraba que su calidad de vida había empeorado. Había dicho en varias ocasiones que quería morir.

A principios de año, había pedido sin éxito a las autoridades australianas que le permitieran someterse a una eutanasia. El suicidio asistido estaba totalmente prohibido en Australia hasta que el estado de Victoria lo legalizó en 2017, pero esa legislación (que no entrará en vigor hasta junio de 2019) solo afecta a los pacientes en fase terminal con una esperanza de vida de menos de seis meses.

Ante la negativa de poner fin a su vida en su país natal, Goodall decidió viajar a Suiza para cumplir con su cometido. “Hubiera preferido que esto terminara en Australia y lamento mucho que mi país esté por detrás de Suiza” en lo que respecta a leyes sobre el derecho a morir, opinó.

Su legado

Investigador asociado honorífico de la Universidad Edith Cowan, de Perth, Goodall publicó decenas de estudios a lo largo de su carrera y hasta muy recientemente seguía colaborando con varias revistas especializadas en ecología.

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En 2016, copó titulares cuando la universidad le pidió que abandonara su puesto, alegando los riesgos ligados a sus desplazamientos. El centro dio marcha atrás a su decisión ante la indignación que esta provocó entre la comunidad internacional.

Antes de morir, pidió que su cuerpo fuera entregado a la ciencia o que, en caso de ser rechazado, que se esparzan sus cenizas en Suiza. También pidió que no se celebre ninguna ceremonia tras su muerte.

Última comida

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El jueves por la mañana, tras una última comida con su familia (pescado frito con patatas y pastel de queso), se acostó en la cama y un asistente le colocó una vía intravenosa en el brazo.

Siguiendo la legislación suiza, fue él mismo quien abrió la válvula para liberar el Nembutal, producto letal a base de pentobarbital de sodio, un sedante muy potente que en altas dosis detiene los latidos del corazón.

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Ante el interés suscitado por su caso, que llevó a decenas de periodistas del mundo entero a Basilea, el científico confió en que su muerte sirva para que Australia y otros países adopten una legislación similar a la de Suiza en cuanto al suicidio asistido.

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