Construido en la década de 1880, durante el gobierno del general Justo Rufino Barrios, el Cementerio General de la Ciudad de Guatemala, ubicado en la zona 3, combina historia, por el pasado de un país convulso, con solemnidad, inherente a un camposanto, y con el aura inquietante de los misterios que este alberga en su interior. Tan extenso como un pequeño pueblo, con calles señalizadas, aunque en su mayoría solitarias, y a veces descuidado e incluso abandonado, pasa la mayor parte del tiempo casi desapercibido para el ojo del capitalino, que solo se acuerda de su existencia cuando el inevitable ciclo de la vida le obliga, de una u otra forma, a asistir, ya sea para despedir a un ser querido, o para volverse parte del mismo, como una última morada.
Así, el Cementerio General resguarda, con recelo, muchas historias, algunas convertidas ya en leyendas; trastocadas por el “como me lo contaron, te lo cuento”, e inmortalizadas en lápidas, tumbas y mausoleos. Y a nada de que se conmemore el Día de Todos los Santos, fecha en la que muchos guatemaltecos acudirán para visitar y adornar a sus difuntos, transformando, aunque sea fugazmente, la soledad de este lugar en un sitio de encuentro, repasamos algunas de sus más llamativas, y a la vez espeluznantes, historias.
Gilberto Soto, líder y fundador del grupo ‘Guatespantos‘, realizó, junto a su equipo, conformado esta vez por Alejandra y Gustavo, un recorrido por varias áreas de este cementerio, y conversó con Publinews sobre su experiencia.
La tumba de “La Niña de Guatemala”
Quizá una de las historias más interesantes dentro del Cementerio General sea la de María García Granados y Saborío, mejor conocida como “La Niña de Guatemala”. Conocida por el famoso poema de José Martí, María, hija del general Miguel García Granados, expresidente de Guatemala, se encuentra enterrada en este lugar.
“Cuenta la historia que esta niña, en su adolescencia, conoce al ilustre poeta y se enamora de él. Sin embargo, José Martí, al saber que ella tenía un sentimiento de amor hacia él, le confesó que estaba comprometido con otra mujer, y luego se fue de Guatemala. La historia, e incluso el poema, llega a la conclusión romántica de que ella, ‘murió de amor’. Sin embargo, documentos históricos avalan que falleció por una enfermedad respiratoria. Falleció muy joven”, comenta Gustavo, miembro del equipo de ‘Guatespantos‘.
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Al respecto, Gilberto apunta que el historiador guatemalteco Miguel Álvarez ha confirmado que él ha visto los documentos que avalan este suceso. “Él explica que ella estaba como ‘momificada’; estaba como durmiendo, y luego se hizo polvo”, cuenta.
“¿Cómo es el infierno?”
En ese mismo lugar, donde descansa la “La Niña de Guatemala”, también reposan los restos de María Josefa Granados de Saborío, cariñosamente conocida como “La Pepita”, cuya historia es igual o más inquietante.
“María Josefa Granados de Saborío, conocida como ‘La Pepita’, compartía una relación de amistad y compañerismo con el célebre poeta José Batres Montúfar. Ellos compartían un gusto muy peculiar: les encantaba el tema del espiritismo y de lo paranormal. Les ‘mataba’ la curiosidad de lo que podía pasar después de la muerte”, comenta Gustavo.
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“Lo curioso es que se referían al infierno, no al cielo”, bromea Gustavo. “José Batres Montúfar murió en 1844, y la historia dice que ‘Pepita’ pudo verlo, y este le confirmó: ‘Sí existe el infierno’. Lo peculiar es que, después de esto, María Josefa Granados de Saborío cambió su forma de ser y pasó a ser una persona más piadosa, hasta que finalmente falleció, cuatro años después, en 1848”, relata.
Por su parte, Gilberto resalta un impresionante fenómeno registrado por el equipo en ese lugar. Al utilizar el ‘Ghost Meter’ (un aparato que detecta campos electromagnéticos y los interpreta con un medidor de aguja), y preguntarle a doña ‘Pepita‘ si se encontraba con José Batres Montúfar, este comenzó a marcar, sin ser manipulado, cambios bruscos en el ambiente, llegando a pasar de 0 a 1,121 en cuestión de segundos. “Es la temperatura del infierno”, bromean ambos. “Pienso que algo se acercó al aparato. Nosotros no lo tocamos y de pronto el campo magnético se incrementó. Me quedé asombrado”, añade Gilberto.
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“A mi infortunado Eduardo Felice Luna”
Otra de las historias interesantes, a la vez que tristes, que alberga el cementerio es la de Eduardo Felice Luna, quien fue fusilado, junto a dos supuestos cómplices, en el paredón externo, por el conocido “crimen de la 9.a avenida”, en el que murió doña Mercedes Estrada, viuda de Blanco, y sus dos empleadas.
Felice Luna tuvo como pareja sentimental a Eloísa Velásquez, a quien le apodaban “La Locha”, y quien hasta el último momento hizo todo lo posible para salvar a su amado. “Algo muy curioso es que Eduardo Felice Luna fue fusilado el 2 de mayo, misma fecha del cumpleaños de su amada ‘Locha’. Cuando miro la lápida, me da la impresión de que fue ella quien la mandó a hacer, por la leyenda (‘A mi infortunado Eduardo Felice Luna’), y porque aparece una imagen de una persona llorando al pie de una cruz. Incluso entre las rocas dice: ‘No te olvidaré mientras viva’”, cuenta Gustavo.
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“Esta historia tiene sentimientos: Tiene amor; decepción y tristeza. Al conocerla y estar cerca de este lugar, justamente eso es lo que evoca”, agrega.
Miculax, enterrado en el Cementerio General
El caso de José María Miculax, considerado el primer asesino en serie en Guatemala, sembró miedo en la población en 1946. El 18 de junio de 1946, Miculax, quien en ese entonces tenía apenas 21 años, fue condenado a la pena capital y, un mes después, fue colocado frente al pelotón de fusilamiento en el Cementerio General. Como última voluntad, pidió estar vestido con traje y sombrero, dos octavos de aguardiente y recibir asistencia espiritual. Cientos de personas asistieron a ver su fusilamiento.
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Como dato, se sabe que, después de ser fusilado, la Facultad de Medicina de la Universidad San Carlos de Guatemala (USAC) pidió la cabeza del criminal para poder examinar su cerebro. Sin embargo, en los años 90, esta desapareció y nunca fue encontrada. Se sospecha que fue robada, pero esto nunca se comprobó.
“La Llorona” y la “tumba de la bruja”
Otro de los mitos que engrandecen la lúgubre historia del Cementerio General tiene que ver con una de las leyenda más conocidas de la cultura guatemalteca: “La Llorona”. Y es que, según relatos de personas que han trabajado o aún trabajan allí, en cercanías de uno de los arcos que adornan las largas filas de nichos del lugar, esta “se aparece”. “Dicen que ‘la Llorona’ se aparece atrás de ese arco. Muchas personas que han trabajado allí nos han dicho que ven a una mujer llorando”, relata Gilberto.
Además, el líder del grupo de investigadores paranormales resalta otra de las tumbas que más le han llamado la atención en sus recorridos por el cementerio, y es la llamada “tumba de la bruja”. Aunque Gilberto reconoce que no se sabe por qué se le conoce de esta manera, esta salta a la vista por su extraño aspecto: una enorme cruz, casi oculta por la maleza; rodeada por gruesas cadenas y, en medio, un ‘respiradero‘, elemento que, el experto destaca, no poseen otras tumbas. “Dicen que allí está enterrada una bruja, pero no lo sé. No tiene lápida (…) El cementerio tiene una vibra bien especial”, apunta.
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Sin dejar de lado la naturaleza funesta, triste y hasta melancólica del Cementerio General, ‘Guatespantos‘ rescata, no obstante, el valor de toda la obra escultórica, arquitectónica y artística que este resguarda. “Sin duda alguna, tenemos una joya aquí, en Guatemala, independientemente de que sea un camposanto (…) Si lo hubiésemos preservado antes, el cementerio sería un museo”, finaliza.
Para más contenido relacionado con el tema paranormal, puedes visitar el canal de YouTube de Guatespantos, en el cual están disponibles decenas de investigaciones documentadas tanto a nivel nacional como en el extranjero.